ALDEA GLOBALPRIMERA PLANA

Primero sobrevivir (19): las aguas subterráneas

Por JOAQUÍN P. SÁNHEZ ONTENIENTE
Fotografías: ÁNGEL FERNÁNDEZ SAURA
Miércoles, 18 jun. 2025

Gigantes invisibles

Que las aguas subterráneas representen el 99% del agua dulce líquida del planeta es un dato tan contundente que a menudo te sume en el desconcierto: siendo así ¿cómo no pensamos más en ellas?
El mecanismo de coordinación ONU-Agua publicó en 2022 un informe cuyo título casi lo explica: ‘Aguas subterráneas: hacer visible el recurso invisible’. Ante la tentación de una mayor explotación global –hoy sólo satisface el 25% de las necesidades hídricas del planeta– debemos confrontar su potencial con las peligrosas consecuencias de la sobreexplotación, que ya se aprecian en territorios de largos usos históricos.
El informe citado estima un aumento anual del 1% en la extracción de aguas subterráneas durante los siguientes treinta años (hasta 2052), siendo como ya es el recurso natural más extraído del mundo. Un 69% del mismo a escala global se destina a usos agrícolas, aunque de manera muy desigual según países; el segundo uso a nivel general sería la potabilización (22%) y el tercero la industria (9%).
Los próximos decenios cabe esperar un inquietante cambio de escenario, ya que los grandes inversores agrícolas han puesto sus ojos en extensas regiones, sobre todo en el Africa Subsahariana, con vastos acuíferos subterráneos subexplotados, y los crecimientos desmesurados del regadío pueden traducirse en crisis de sostenibilidad y conflictos sociales.
El enorme potencial del agua subterránea puede proporcionar un aprovechamiento sostenible siempre y cuando se cumplan estas tres condiciones:
Que se conozca, investigando lo preciso, cuánto volumen se puede extraer, dónde y cuándo, sin llegar a la sobreexplotación y el peligro de agotamiento.
Evitar su contaminación, protegiendo las tierras y ecosistemas situadas en las zonas de alimentación de los acuíferos.
Garantizar un acceso y reparto justo y equitativo entre los usuarios, que impida conflictos de resultados inciertos

Entender y gestionar

En ciertos lugares y momentos nuestros antepasados hubieron de recurrir a las aguas subterráneas como imprescindible herramienta de supervivencia. Si juzgamos su ingenio a la luz de la investigación “arqueotecnológica”, como nos ofrecen por ejemplo los deliciosos trabajos de los geógrafos Encarnación Gil y José María Gómez Espín, sobre galerías, minados y lumbreras, deberíamos cuestionarnos las graves pérdidas de estos tesoros inmateriales del conocimiento y también de sus restos dispersos por nuestros campos.
Las aguas subterráneas son todas aquellas que se encuentran bajo el nivel freático, saturando sus poros y fisuras. Pueden fluir de manera natural por manantiales, rezumes, cauces fluviales –con ello proporcionan caudal a los ríos y zonas húmedas– e incluso el mar; pero también pueden extraerse artificialmente por pozos y galerías. Su recarga procede de las precipitaciones con filtración, escorrentías superficiales, cursos de agua, otros acuíferos próximos y retornos de ciertos usos, sobre todo regadíos. Su desplazamiento es muy lento, desde unos decímetros o pocos cientos de metros al año; salvo en los acuíferos kársticos y rocas muy fracturadas que pueden alcanzar la misma velocidad que en los ríos. Es decir, una gota de agua subterránea puede tardar miles de años en llegar al mar, pero si discurre por un karst quizás lo haga en pocos días.
Los enclaves húmedos, puntuales o extensos, temporales o permanentes, nacidos de las aguas subterráneas forman parte sustancial de nuestros paisajes, civilizaciones, culturas y emociones. A veces sufren una traumática alteración, e incluso desaparición, por agresiones geográficamente separadas del lugar, incluso a veces muy lejanas, y esto sucede porque preferimos ignorar a entender su interconexión y fragilidad.
También importa el contexto sociológico de los territorios y sus normativas legales. La ecóloga y geógrafa social Ana González Besteiro ha denunciado que, frente a la atención sobre las aguas superficiales, las subterráneas padecen un “halo de imprecisión, incomensurabilidad e incertidumbre, alimentando el sentimiento entre usuarios y gestores de que no hay consecuencias sobre las prácticas de explotación”.

Cueva del Puerto, Calasparra. Foto. ÁNGEL FERNÁNDEZ SAURA

Corazones de agua subterránea

Los hidrogeólogos que he conocido siempre me han parecido singulares y contagiosos de su interés por algo tan vital, común y a la vez enigmático como es el agua subterránea. Me he preguntado a menudo por los andamiajes de esas vocaciones: ¿por qué no pueden hablar de sus manantiales y surgencias sin apasionamiento?. Habrá sin duda diferentes razones personales, pero quiero creer que entre todos ellos hay una común: el atávico sentimiento del regalo inesperado y mágico de la naturaleza cuya simple contemplación surgiendo entre las rocas cambiaría la faz de nuestro antepasado prehistórico.
En mi bachiller tuve la fortuna de aprender de un magnífico geólogo y profesor, Antonio Faus, los mecanismos por los que el carbonato cálcico disuelto en el agua puede precipitar formando estalagtitas ante tenues cambios de presión parcial, como los que se producen en las cavidades subterráneas de territorios calizos. Eso me ayudó poco después a que otro gigante de la hidrogeología, Arturo Valenzuela, me considerase un buen discípulo y me pusiese a su lado, a modo de privilegiado escudero, en sus fascinantes estudios de campo sobre el Macizo de Revolcadores (Moratalla, Murcia). Ambos eran como el agua subterránea kárstica: tenían un corazón blando y transparente, pero constructor de valores tan duros y perdurables como las estalagmitas.

Conclusión

Las aguas subterráneas representan un gigantesco recurso natural, que aunque actualmente representa sólo el 25% del consumo de agua dulce, se prevé que en los próximos decenios sufrirá un importante incremento de la explotación. Para afrontar dicho reto desde la sostenibilidad, es preciso incrementar su conocimiento y regular su utilización, tanto mediante normas y controles eficaces como mediante criterios sociológicos y territoriales de justicia y equidad en el reparto.

Fuentes consultadas

  • González Besterior, Ana (2022): “¿Y si hablamos de la gestión del agua subterránea?”. Ecologista 113. Ecologistas en Acción, Madrid
  • López Geta J.A. y otros (2001): “Las aguas subterráneas, un recurso natural del subsuelo”. IGME y Fundación Marcelino Botín. Madrid
  • Gil Meseguer, E. (coord), (2007): “Sistemas locales de recursos propios de agua en la Región de Murcia: Minados y galerías”. Universidad de Murcia

Joaquín P Sánchez Onteniente
Naturalista

Ángel Fernández Saura
Fotógrafo
www.angelfernandezsaura.com
https://fotodcdd.myportfolio.com/work

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