
Primero sobrevivir (18): Ganadería y animalismo
Por JOAQUÍN P. SÁNCHEZ ONTENIENTE
Fotos: ÁNGEL FERNÁNDEZ SAURA
Domingo, 15 jun. 2025
La ganadería ecosistémica
La actual producción ganadera industrial es insostenible tanto por el deterioro de la vida rural que provoca, generando muy poco empleo, como por los problemas de salud asociados al excesivo consumo cárnico en los países más desarrollados por una parte, y la destrucción de áreas forestales por la invasión de ganado, sobre todo vacuno, en los países menos afortunados. Como demoledor colofón, la FAO ha fijado en un 14,5% la emisión global de gases efecto invernadero por la ganadería actual (rebajando por cierto, con rigor, estimaciones anteriores más altas).
Los impactos de la ganadería industrial son notorios, pero el principal es el ambiental: contaminación de suelos y aguas por nitratos; y más del 30% de las tierras cultivables se dedican a la producción de sus piensos. No olvidemos los impactos socioeconómicos: las macrogranjas generan despoblación.
En mi opinión, no es lo peor el escenario físico descrito. Es mucho más hiriente la parte inmaterial que subyace: sacrificamos cada día millones de seres vivos, a los que hemos despojado de su capacidad sintiente para no reprochárnoslo, sin tener suficientes razones de estricta necesidad en una proporción muy considerable.
No voy a decir que la ganadería no sea una actividad necesaria, pero sí que deberíamos llegar a un pacto de humanidad con esos animales que nos dan alimento, vestido, calor, movilidad y seguridad, para devolverles un mínimo de empatía y amor por los servicios que nos prestan.
La primera obligación moral es un consumo responsable y sostenible, desde el compromiso con un mundo rural vivo y el bienestar animal. Y esta combinación como mejor se alcanza es con la ganadería extensiva, una forma de explotación que, aventajando en el uso de recursos renovables a las formas industriales, reporta indudables, por bien documentados, beneficios ecosistémicos: mantenimiento de paisajes y biodiversidad en un momento de grave crisis del modelo agrario, mejores perfiles nutricionales de sus productos y mayor generación de empleo.
Es evidente que el ganado extensivo no es del todo inocuo para el planeta –una vaca pastando produce el mismo metano que en la macrogranja– pero la evidencia científica también ha llegado al hecho que los pastizales únicamente sometidos a la fauna silvestre, desde la termita a la cabra montés o la jirafa, generan aún mayores proporciones de gases de efecto invernadero con estos fermentadores silvestres que con los domésticos. El cambio de paradigma en esta larvada acusación contra lo extensivo –que ya no debería suscitar reparos ecológicos– es de pura lógica: el ganado doméstico ha sido seleccionado por su eficiencia para producir más alimento; donde éste no llegue podrá llegar la termita o el incendio.
Matar por placer
Nunca podremos convencer a una persona que caza por ocio, para que no lo haga, mediante razones de índole moral. Sinceramente pienso que a alguien que adopta la suprema decisión de apretar un gatillo y quitar una vida por puro placer, cuando simplemente podría no hacerlo, no se le puede suponer un bagaje moral con el que poder confrontar argumentos.
De manera parecida pienso de quienes contemplan con igual fascinación, o peor aún, se encuentran entre sus organizadores, espectáculos donde se produce intencionadamente sufrimiento a los animales para deleite de crueles espectadores que forzosamente algo de psicópatas deben de tener cuando son capaces de encontrar y defender supuestos valores tradicionales, artísticos, o en la mayor de las desfachateces, culturales. Juan Ramón Jiménez, que sí era culto, se alejó con Platero de Moguer para internarse en la Naturaleza en el capítulo de ‘Los toros’, apartandose de esa crueldad. Su diálogo con el burrito en tal ocasión merece un repaso.
La mirada del ternero

En 2010 se celebró en la ciudad canadiense de Toronto la primera Vigilia en el Matadero: un grupo de animalistas abordó a los camiones cargados de ganado que llegaban a sus puertas, simplemente para acariciar y dar agua a los animales, ante la atónita mirada de los conductores. Esta curiosa iniciativa se extendió rápidamente por todo el mundo, llegando a España siete años después; el abogado y animalista Carles Lorente, que participa a menudo en las vigilias, explica así sus motivos: “les damos unos últimos minutos de compasión o amor antes de que vayan a ser asesinados. Les damos unos momentos de tranquilidad y de paz, acariciándolos. Incluso, si nos lo permiten, les ofrecemos agua porque vienen sedientos y hambrientos. Es una última brizna de humanidad”.
Las acciones de estos activistas se han saldado en alguna ocasión con agresiones y atropellos –incluso se han registrado dos muertes, de un canadiense y una británica– por operarios no tan comprensivos. El sacrificio de estos ciudadanos heroicos debería movernos a la reflexión sobre esta gigantesca tragedia cotidiana, sobredimensionada sobre la verdadera necesidad de consumo cárnico.
El cantante Paul McCarney afirmó en cierta ocasión que si los mataderos tuvieran paredes de cristal, todos seríamos vegetarianos. De momento, su actividad se oculta tras gruesos muros, pero antes de atravesarlos, esos animales asustados que no entienden lo que está ocurriendo, tienen a veces la oportunidad de contemplar un amable rostro humano; una joven activista recordaba cada día la mirada del ternero a la que ofreció un último sorbo de agua. A través de su coraje y su emoción me persigue también esa mirada.
Conclusión
En nuestra relación con la ganadería debemos poner a prueba con los animales los valores morales que nos hacen sentirnos verdaderamente humanos. Agradezcamos al ganado con empatía, confort y piedad su imprescindible colaboración para nuestra especie, como alimento y por sus múltiples utilidades; pero también necesitamos volcarnos en modelos extensivos y de calidad, sostenibles para el planeta y saludables para nosotros, reduciendo el impacto de la actividad y el consumo cárnico a los niveles de la verdadera necesidad
Fuentes consultadas
Gilpérez Fraile, Luis (1991): ‘La vergüenza nacional’. Penthalon Ediciones. Madrid
Horta, Oscar (2017): ‘Un paso adelante en defensa de los animales’. Plaza y Valdés Editores. Pozuelo de Alarcón
Oteros, Elisa (2021): ‘La ganadería (por fin) en el debate social’. Ecologista nº 110. Ecologistas en Acción, Madrid
Joaquín P Sánchez Onteniente
Naturalista

Ángel Fernández Saura
Fotógrafo

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