
Primero sobrevivir (14): La atmósfera, esa delgada línea roja
Por JOAQUÍN P. SÁNCHEZ ONTENIENTE
Fotos: ÁNGEL FERNÁNDEZ SAURA
Sábado, 10 may. 2025
Las medidas de nuestra casa
Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, la contaminación atmosférica mata a 6,7 millones de personas cada año. Los contaminantes atmosféricos son los mayores riesgos ambientales directos para la salud de nuestro tiempo, ya que el 99% de la población mundial –según los vigentes criterios OMS– respira aire insalubre.
La proporción del 20% del oxígeno en la atmósfera se ha ido formando, en una larga evolución, por la actividad fotosintética de los vegetales terrestres, marinos y algas verdes, siempre asociada a la necesaria presencia de luz, pero también, aunque en menor proporción por procesos no fotosintéticos de fondos marinos. Siempre que el oxígeno se pueda restituir a la atmósfera en proporción similar al que se pierde o degrada, la vida de los seres vivos que lo necesitamos para respirar podrá continuar. Pero cuando sabemos que un avión comercial cruzando el Atlántico consume 35 toneladas de oxígeno, deberíamos preguntarnos si el motor de combustión y la industria en general no acabarán superando la capacidad de respuesta de bosques y mares.
Sin aire no podemos vivir. Cada persona adulta realiza al cabo del día unos 20.000 ciclos respiratorios (aspirar-expirar); eso supone unos 10.000 litros de aire movilizados. No es lo mismo que esa cantidad de aire que pasa cada día por nuestros pulmones sea limpio o contaminado, y en según qué grado.
Las vigentes Directrices Mundiales de la OMS sobre la Calidad del Aire de 2021, antes aludidas, proporcionan valores objetivo para seis contaminantes atmosféricos clave: PM2,5 (partículas en suspensión de 2,5 micras), PM10, ozono (O3), dióxido de nitrógeno (NO2), dióxido de azufre (SO2) y monóxido de carbono (CO).
Las partículas sólidas en suspensión pueden penetrar profundamente en los pulmones, lesionando el sistema respiratorio. El ozono, el dióxido de nitrógeno y el dióxido de azufre puede causar irritación respiratoria y otros problemas de salud; además, el segundo de ellos contribuye a formar más ozono, y el tercero a la formación de lluvia ácida. El monóxido de carbono, por último, es letal porque reduce la capacidad de la sangre para transportar el oxígeno.
Conciencia ciudadana y control de contaminantes
Cada vez se están dando más casos en que las organizaciones ciudadanas, ante la indolencia e incluso complicidad de los responsables del control, se han preocupado de implementar sus propios análisis, especialmente en puntos críticos, alertando de riesgos que la Administración relaja.
A modo de ejemplo, la organización española Ecologistas en Acción lleva ya veinte informes anuales publicados sobre la calidad del aire en el Estado, accediendo simplemente a los datos oficiales de ochocientas estaciones públicas de medición. Según el análisis de 2023, el 68% de su población sufre una calidad del aire por debajo de la recomendación del Parlamento Europeo y la práctica totalidad de los españoles por debajo de la recomendada por la OMS, más exigente.
Como suele ocurrir, está clara la enfermedad y las medicinas con qué combatirla, y también como suele ocurrir, la voluntad para ello ni está ni se la espera:
Disminución del tráfico motorizado, sobre todo diésel –especialmente el privado– y otros combustibles fósiles.
Reducir al máximo posible el tráfico aéreo, reprimiendo el innecesario.
Acelerar las áreas de control de emisiones del transporte marítimo, singularmente en las zonas más castigadas (Mediterráneo y Atlántico noreste).
Moratoria de nuevas macrogranjas ganaderas.
Establecer zonas de bajas emisiones en ciudades medias y grandes (más de 50.000 habitantes).
Las fuerzas de Coriolis y el gnomo del aire

El ingeniero y matemático francés Gustave de Coriolis demostró en 1835 un fenómeno físico que la comunidad científica acabó reconociendo casi setenta años después como el origen primario de todo el movimiento natural del aire y, por tanto, de todos los vientos: la atmósfera es un cuerpo gaseoso atraído por la gravedad terrestre, mientras el planeta compacto gira, su cubierta gaseosa no puede menos que seguirle arrastrada, con unos desajustes entre ambas velocidades que causan sus movimientos primarios. Después vendrán otros moduladores (relieves, presiones, humedades…) que determinarán el comportamiento de los vientos, hasta los extremos de un huracán.
Me resulta sugerente que mientras Coriolis defendía sus tesis, otro Gustavo, español, el maestro del romanticismo Bécquer, rescataba con su publicación una leyenda altoaragonesa (‘El Gnomo’) sobre el espíritu puro y benefactor del aire, transportado por el viento en los valles, contraponiéndolo con el egoísmo y la maldad del agua, que discurría por las profundidades de la tierra. Siento debilidad por este texto que habla de vientos cargados de “suspiros de mujer, plegarias de niños, palabras de casto amor y aromas de nardos y azucenas silvestres”.
Creo que necesitamos lo mejor de la ciencia para proteger nuestra atmósfera, pero no es suficiente: necesitamos el convencimiento, los valores y los sentimientos para entender que esta lucha no es sólo por el comprensible egoísmo de salvarnos nosotros. Necesitamos de los dos Gustavos
Conclusión
Está bien documentado que la contaminación atmosférica rebasa, para el 99% de la población mundial, los parámetros tolerables según la Organización Mundial de la Salud. Y existe también profusión informativa sobre las medidas correctoras a aplicar. Pero como suele suceder, las reticencias de los principales causantes globales y regionales para implementarlas abisma al planeta hacia un final catastrófico del que los actuales 6,7 millones de muertes prematuras al año son sólo un anticipo. Se requiere una acción mundial enérgica, con liderazgos ejemplares y el seguimiento sin tardanza de las estrategias que se han demostrado eficaces para proteger la calidad del aire.
Fuentes consultadas
CEBALLOS AYUSO, M A (2024): “El 68 % de la población española respira aire contaminado por encima de los nuevos límites legales”, en Ecologista 120. Ecologistas en Acción, Madrid
MASRIERA, MIGUEL (1974) editor: “Lucha contra la contaminación”, Ediciones Promoción Cultural, Colección El Correo de la Unesco, Barcelona
MIER, PEDRO LUIS (2024): “Directivas, ciencia ciudadana y salud: las claves del aire que respiramos”, en Ecologista nº 120. Ecologistas en Acción, Madrid

Joaquín P. Sánchez Onteniente
Naturalista

Ángel Fernández Saura
Fotógrafo
www.angelfernandezsaura.com
https://fotodcdd.myportfolio.com/work
Enlace a la entrega anterior (13):