
Primero sobrevivir (11): Los espacios naturales ¿protegidos?
Por JOAQUÍN P. SÁNCHEZ ONTENIENTE
Fotografías: ÁNGEL FERNÁNDEZ SAURA
Lunes, 21 abr. 2025
Desde el profundo bosque de Tobago
Es de sobra conocido que el primer parque nacional del mundo es el de Yellowstone en Estados Unidos, que data de 1872. Sin embargo no fue éste el primer espacio natural legalmente protegido; ese honor le corresponde a la Reserva Forestal de Main Ridge, en la actual República de Trinidad y Tobago, mediante una Ordenanza de 1776.
Pero puede atribuirse a Yellowstone, que con la primera declaración de Parque Nacional y al socaire de la emergente influencia estadounidense, sirviese de espoleta e imitación para una afortunadamente imparable carrera en la declaración de espacios protegidos, primero en los países más desarrollados –tal fue el caso del Parque Nacional de Ordesa, en España en 1918–, después en sus ámbitos coloniales y, finalmente en todo el planeta.
Según los cálculos de World Wildlife Fund tenemos actualmente 300.000 zonas protegidas designadas en todo el mundo, que cubren el 16% de las tierras del planeta y el 8% de sus océanos. Abarcan desde las fórmulas de estricta protección y no intervención (la menor parte) hasta lugares con un uso regulado y sostenible de sus recursos.
La utilidad de la protección de espacios es innegable. En la escala mundial, estos lugares han ralentizado la tasa de extinción de mamíferos, aves y anfibios en un 20-29% según las estimaciones más fidedignas, y un análisis recientemente publicado en la revista Science ha corroborado el efecto positivo neto de las acciones de conservación basadas en estas medidas de protección de los espacios. Pero estamos hablando de éxitos parciales y de ralentización del desastre, o sea, hablamos de resultados insuficientes.
Tradicionalmente se ha planteado como principal asignatura pendiente de las áreas legalmente protegidas que el mandato jurídico no las ampara lo suficiente, ya que según la calidad de cada gobernanza estatal, la simple declaración no las libra de la diversidad e intensidad de las amenazas reales, resultando a menudo insuficiente e ineficaz su gestión administrativa de protección.
Pero ahora nos encontramos ante un cambio de paradigma: ya no nos enfrentamos sólo a una protección parcial, sino a la desprotección pura y dura. En lo que llevamos de siglo XXI la extensión de territorios naturales legalmente protegidos ha descendido en 247 millones de hectáreas, el equivalente al 8% de la superficie protegida actual.

Pasando por la Cumbre de la Tierra en Río hacia las metas de Montreal
El nuevo escenario mundial para la conservación inaugurado con la Cumbre de La Tierra de Río 1992, tuvo como principal resultado el inicio de las tres principales Conferencias de las Partes (COP) sobre las que desde entonces residen los esfuerzos y esperanzas sobre el medio ambiente planetario. Así empezaron sus recorrido las COP de Biodiversidad, de Desertificación y de Cambio Climático. La de Biodiversidad tuvo en 2022 en Kumming-Montreal su decimoquinta edición (COP-15 de Biodiversidad) y el principal resultado fue la aprobación del ‘Marco Mundial de Biodiversidad’ con objetivos marcados hasta el año 2050.
Para los espacios naturales protegidos Kunming-Montreal es ya un referente de primera importancia, porque exige la protección y gestión efectiva, mediante una red de áreas protegidas y, antes de 2030, del 30% de las superficies terrestre y marina. Recordemos que en la actualidad nos separan de esa meta un 14% de superficie terrestre y un 22% de marina.
Pero más importante que la cantidad es, si cabe, la calidad, porque se definió el significado de esa “protección y gestión efectiva de las áreas naturales protegidas”, mediante las siguientes condiciones:
- ecológicamente representativas del conjunto de los ecosistemas
- bien conectadas entre sí
- gobernadas con criterios de equidad
- reconociendo y preservando los territorios indígenas y tradicionales
Un comerciante en una remota isla
La pequeña isla de Tobago (316 kilómetros cuadrados), en el Archipiélago de las Antillas y apenas a once kilómetros de la costa de Venezuela, incorporada por Cristobal Colón al Imperio Español en 1498, cambió de manos más que ninguna otra del Caribe, entre españoles, holandeses, británicos y franceses durante el siglo XVIII, hasta que en 1797 fue definitivamente entregada por España al Reino Unido, hasta su posterior independencia en 1976. En uno de los períodos de dominio inglés se produjo la declaración de Reserva Forestal, antes comentada, sobre una superficie de unos 40 kilómetros cuadrados de su cordillera central.
No es sólo la singular efeméride cronológica lo que hace tan interesante este lugar. Me resulta aún más impresionante que la declaración se debiese a la tozudez de un empresario, miembro del Parlamento británico, Soame Jenyns, dedicado a las plantaciones, inspirado en el científico Stephen Hales, que demostró la correlación entre árboles y precipitaciones. Jenyns empeñó once años de su actividad política para conseguir la declaración de Reserva Forestal, y esa gesta ha sido definida (Scientific American) como “el primer acto del movimiento ambientalista moderno”. Main Ridge ha ganado en cuatro ocasiones el galardón de Primer Destino Ecoturístico Mundial. Un empresario-político, basado en los informes de un científico ¿no parece imposible algo así?
Conclusión
El efecto positivo para el planeta y la humanidad de las acciones de conservación basadas en la protección de los espacios naturales ha quedado manifiestamente acreditado. Asistimos sin embargo a un preocupante período en el que, no sólo perduran la insuficiencia e ineficaz gobernanza administrativa de muchos de estos espacios, sino que peor aún, está disminuyendo la superficie global de los mismos. Urge aferrarse y actuar en base a la esperanza del nuevo Marco de Biodiversidad Mundial, aprobado en la COP-15 de Biodiversidad de Kunmig-Montreal, que plantea, entre otras cosas, la conquista de un 30 % de la superficie del planeta para la protección natural
Fuentes consultadas
Lamghammer PF, Bull JW et als (2024): “El positivo impacto de las acciones de conservación” Science; 384: 453-458
WWF (2024): “Informe Planeta Vivo 2024. Un sistema en peligro” WWF Gland, Suiza
Valladares D, Cantera X y Escudero A (2022): “La salud planetariqa” Madrid. CSIC y Catarata

Joaquín P Sánchez Onteniente
Naturalista

Ángel Fernández Saura
Fotógrafo
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