
Primero sobrevivir (10): Los bosques, templos de vida
Por JOAQUÍN P. SÁNCHEZ ONTENIENTE
Fotos: ÁNGEL FERNÁNDEZ SAURA
Sábado, 12 abr. 2025
Bosques primarios y bosques intervenidos
Los bosques, que todavía cubren más del 30 por ciento de todas las tierras del mundo (estimación FAO 2011: 3.700 millones de hectáreas), contienen el 90 por ciento de la biodiversidad terrestre conocida. Aproximadamente el 60 por ciento de toda el agua dulce disponible del planeta proviene de áreas boscosas. Su papel es determinante para la captación global de carbono –su más significado beneficio– y para la creación de una atmósfera protectora mediante la evapotranspiración, fotosíntesis y emisión de núcleos de condensación para la formación de lluvias. Se calcula en 1.600 millones de personas las que dependen directamente de los recursos forestales para su subsistencia. Pese a tan poderosas razones para su preservación, y como en otras carreras suicidas que la humanidad mantiene consigo misma, la tasa de deforestación de los bosques primarios –un 36 por ciento del conjunto, aquellos que no presentan indicios visibles de intervención humana– es brutal desde hace décadas. Los bosques intervenidos, incluyendo entre éstos las plantaciones forestales –en conjunto, el otro 64 por ciento– también son importantes para la protección ambiental y las economías regionales, pero la presión que sufren inutiliza con demasiada frecuencia las frágiles medidas de ordenación y protección cuando no están suficientemente apuntaladas por el convencimiento de los gestores políticos.
En las zonas templadas, donde habitamos la mayor parte del mundo desarrollado, los bosques se benefician de una ordenación y gestión forestal más consistente; con ser menos extensos que los ecuatoriales y tropicales, no por ello dejan de jugar un papel determinante en los equilibrios globales. Todavía encontramos aquí señaladas representaciones de bosques caducifolios (mediterráneos, caducifolios de montaña y de ribera) y perennifolios de coníferas (en su mayor parte de repoblación). Su preservación sin embargo, no está del todo garantizada frente a los intereses industriales, pero al menos, frente a la desoladora pérdida global de masa forestal de los últimos veinte años, se han constatado incrementos parciales de superficie forestal en Europa, Rusia, Nueva Zelanda y Australia.

El catálogo de amenazas contra los bosques es desgraciadamente extenso e intenso:
Agresiones directas: explotación maderera insostenible, roturaciones para transformación agraria o de pastos, urbanización y construcción de infraestructuras, minería y actividad petrolera, presas hidroeléctricas inundadoras de grandes extensiones, incendios forestales y lluvia ácida.
Agresiones indirectas: industrialización descontrolada en sus proximidades –origen de contaminación y lluvia ácida sobre los bosques–, políticas económicas y sociales que ignoran el bosque, y modelos de producción y consumo en los países ricos que demandan “más madera”.
La antorcha del cambio climático
Hasta tiempos recientes, el principal problema de fondo para el bosque ha sido la demanda de madera, pasta de papel, alimentos y biomasa forestal para producción energética, superior a la oferta en todo el mundo, y con tendencia a aumentar. Para ello la única solución viable es reducir el consumo y establecer patrones sostenibles de manejo del bosque. No es fácil, pero habría que dedicar mayores inversiones en energías como la eólica, geotérmica y biogás, que liberen de presión a la biomasa forestal, al tiempo que se implementen criterios forestales sostenibles como:
Mayores fondos y rigor en la salvaguarda de los bosques protegidos.
Medidas forestales determinantes en las planificaciones nacionales de medio ambiente, desarrollo rural, diversidad biológica y energías renovables.
Repoblaciones forestales verdaderamente ecológicas, con supresión de especies exóticas e invasoras.
Como se suele decir, cuando creíamos tener las respuestas, cambian las preguntas. Porque ha adquirido un demoledor protagonismo el cambio climático, con efectos como el incremento de temperaturas, avivados déficits hídricos y catastróficos incendios forestales. Extensiones inmensas del planeta se convierten en grandes antorchas; y peor aún, todo apunta a un incremento exponencial de los grandes incendios, en los que las fuerzas de extinción no tienen más remedio que replegarse a esperar resignadamente su fin, con un posterior paisaje baldío, a menudo no regenerable si se trata de territorios especialmente frágiles, como suelen ser las zonas áridas y semiáridas
Mirando al bosque con Lucy
Según los estudios más fiables, promovidos por ONU-FAO, el ritmo actual de deforestación en el mundo es de cinco millones de hectáreas por año (en diez años una superficie igual a la de España), con máximos exponentes en bosques primarios de alto valor ecológico –cuatro de cada cinco hectáreas perdidas– especialmente los tropicales de Sudamérica y África.
Habrá quienes no resultan impresionados por tan devastadoras cifras. Esta insensibilidad mejorará, qué duda cabe, transitorios futuros personales –sobran muestras al respecto– pero compromete el de las comunidades y en definitiva el de la especie humana.
Lucy, nuestra antecesora de hace casi cuatro millones de años, pertenecía a unos homínidos que ya se habían separado un millón de años antes del linaje de los chimpancés, dejando atrás el bosque para desarrollarse en sabanas y estepas. La imagino sin embargo, observandolo con esa mezcla de melancolía y resignación con que nosotros contemplamos una vieja casa familiar de la que nos alejó la vida, pero la atesoramos en nuestros sentimientos más profundos. Necesitamos que nos sigan acompañando los bosques por mera utilidad y supervivencia, pero también para sentir el escalofrío de vivirlos.
Conclusión
Los bosques prestan imprescindibles servicios para la continuidad de la vida sobre la Tierra, pero a pesar de ello no cesamos en las agresiones continuas, la mayor de ellas el exterminio de la deforestación, con una tasa actual de cinco millones de hectáreas al año, cuatro de ellas de los más esenciales, los bosques primarios. Conocemos las estrategias necesarias para paliar esta carrera suicida y casi todas ellas pasan por la reducción de consumos forestales y la integración en políticas de desarrollo nacionales y globales. Urge acometerlas con mayor decisión.
Fuentes consultadas
Allen, Robert (1980): “Cómo salvar el mundo”. FEPMA. Madrid
López J.I. y García, J.L. (2010): “Jaque a la biodiversidad forestal”, en El Ecologista nº 67, Ecologistas en Acción, Madrid
Ruiz Pérez M. y otros (2007): “Los servicios ambientales de los bosques”, en Ecosistemas nº 16, Asociación Española de Ecología Terrestre, Madrid
Joaquín P Sánchez Onteniente
Naturalista
Ángel Fernández Saura
Fotógrafo
www.angelfernandezsaura.com
https://fotodcdd.myportfolio.com/work
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