OPINIONPRIMERA PLANA

Reflexión dominical. San Pedro, gran amigo del Señor

Por JOSÉ CERVANTES. Domingo, 1 may. 2022

El apóstol Pedro con el Resucitado

Según la palabra de Dios de este domingo el apóstol Pedro, por su amistad con el Resucitado, se constituye en paladín de la fe y de la misión evangelizadora de la Iglesia en el mundo. Él encarna, como ningún otro discípulo, la imagen de una persona sumamente humana, transformada espléndidamente por la relación amistosa y audaz con Jesús. Su encuentro particular con Cristo Resucitado está testimoniado por la tradición múltiple de la Iglesia, tal como acreditan Pablo, Lucas y el evangelio de Juan. Y por ello Pedro se convierte para nosotros en un modelo de la fe que conduce a la entrega de la vida desde el seguimiento total y radical a Jesucristo en la misión de la Iglesia y en la vocación a la vida consagrada.

La aparición de Jesús a siete discípulos a orillas del mar

Durante estos domingos de Pascua estamos constatando la gran alegría del encuentro con Cristo Resucitado que ha quedado patente en las narraciones evangélicas de las apariciones. Los testimonios de las diversas apariciones privadas y públicas del Resucitado a personas y grupos constituyen el mensaje principal de la Iglesia en este tiempo de Pascua. Además de su valor histórico acerca del encuentro del Resucitado con los discípulos y discípulas, es de destacar el significado de cada relato en la perspectiva de la fe. En el cuarto evangelio se encuentra el relato de la aparición de Jesús a siete discípulos a orillas del mar de Tiberíades (Jn 21,1-19), en cuyo contexto se presenta y desarrolla el protagonismo del apóstol Pedro entre los discípulos, mediante dos elementos que estructuran las dos partes de la narración, a saber, la pesca milagrosa y el diálogo de la triple manifestación del amor de Pedro al Señor. Su final revela la comunión de vida y de destino del discípulo respecto a su Señor aludiendo al tipo de muerte que Pedro iba a sufrir en su propia crucifixión.

El Señor Jesús según la doble narración de la pesca milagrosa

La primera parte de este fragmento evangélico es similar al del encuentro fascinante de Pedro con Jesús en el relato lucano de la pesca milagrosa (Lc 5,1-11). En ambos se trata de una narración que, a través del prodigio de la gran redada de peces, revela a Jesús como Señor, con la soberanía propia del que ha resucitado y manifiesta su potencia divina, mostrando la autoridad de su palabra y la capacidad transformadora de su gracia. En ambos relatos Pedro es coprotagonista con Jesús. Jesús sale al encuentro de Pedro y de los discípulos, que tras no haber pescado nada durante la noche, lo intentaban de nuevo. De forma sorprendente y misteriosa, sin que ellos se percataran ni lo pudieran reconocer en un primer momento, Jesús les manda echar otra vez la red en el mar. Acontece lo sorprendente. Una maravillosa redada de peces muestra el señorío de quien se ha hecho el encontradizo: Es el Señor.

Pedro es coprotagonista con Jesús

Apóstol San Pedro, en ‘La cena’, de Francisco Salzillo

Y los discípulos lo reconocen, pero de entre todos ellos Pedro es el coprotagonista, pues él es el primero en ser nombrado por el evangelista, él es el que lleva la iniciativa de la pesca, el que oye y reconoce que Jesús es el Señor, el que se ciñe la ropa (como Jesús en el lavatorio de los pies) y se lanza al mar apresurándose para encontrarse con Jesús, el que sube a la barca y arrastra la red llena de peces grandes y, finalmente, Simón Pedro es el que mantiene un diálogo definitivo con Jesús, que muestra el amor extraordinario del primero de los discípulos hacia el Señor, fundamento decisivo de su seguimiento radical y de su misión crucial, la de pastorear el rebaño de Dios hasta entregar la vida en la cruz como el mismo Jesús.

La presencia del Resucitado en el pan y en la palabra

La comida de pan y pescado celebra el encuentro con el resucitado y manifiesta que el pan eucarístico compartido es el lugar de la permanente presencia del Señor en la historia de la Iglesia. La presencia del resucitado en la vida de los discípulos es una sorpresa. Sólo a través de la palabra se reconoce al Señor en la historia. Una vez más el texto evangélico remite a los creyentes a reconocer la presencia de Jesús a través de su palabra. Es una constante repetida en las apariciones, especialmente en los textos lucanos del camino de Emaús y de la aparición a los once en Jerusalén (Lc 24,13-49). Parece que no sea la vista el sentido más adecuado que permite reconocer al Señor, sino la escucha y la acogida de la palabra de Jesús.

El apóstol Pedro, paladín de la fe

En todo el relato del Evangelio de Juan de este domingo, y en el texto de los Hechos de los Apóstoles (Hch 5,27-41), Pedro es el pionero y paladín de la fe. La preeminencia del apóstol Pedro queda aún más de relieve también en la segunda parte, en el diálogo conclusivo del Evangelio de Juan. A la reiterada pregunta de Jesús acerca del amor de Pedro, éste responde tres veces confesando su amor y mostrando cierta extrañeza, pero de este modo parece compensar las tres negaciones que hizo durante la pasión. De este amor, ratificado y comprobado, nace su misión extraordinaria de servicio en el pastoreo del rebaño de Dios.

El apóstol Pedro, modelo de la vocación a la entrega de la vida

Pedro se convierte en el gran ejemplo de la respuesta a la vocación, especialmente para las vocaciones a la vida sacerdotal y consagrada al Señor. El encuentro fascinante con Cristo Resucitado, después de haber establecido una gran amistad con él, dejándose interpelar por sus obras y por sus palabras, lleva a Pedro a una respuesta generosa y decidida que no tiene dilación ni espera, que le impulsa a lanzarse al mar sin pensar. Su prontitud y su presteza, su audacia y su parresia le permitirán entrar en comunión de vida y de destino con Jesús, dejando atrás las actitudes del pasado. La disponibilidad total de Pedro, una vez confirmada su fe y ratificado su amor incondicional al Señor, hacen de Pedro el apóstol testigo entusiasta del Resucitado y el auténtico paladín de la fe cristiana.

El testimonio martirial de Pedro en Roma

Pedro pasa a ser el primero en dar testimonio de Cristo crucificado y resucitado, de lo cual es signo su propia crucifixión con la cabeza hacia abajo, ejecutada bajo el poder imperial romano en Roma, en el circo de Nerón, junto a la colina Vaticana, cuya necrópolis alberga la tumba del Apóstol Pedro, pobre y mártir, que se encuentra exactamente bajo el altar mayor de la actual basílica de San Pedro en la ciudad eterna, punto sobre el cual el Papa se sitúa al celebrar la Eucaristía, memoria del Señor crucificado y resucitado, vivida y celebrada en la tradición inquebrantable de la fe apostólica y petrina. Según Juan, Jesús preconiza ya la muerte martirial de Pedro (Jn 21,18).

Parresia de Pedro en medio de las tribulaciones

También el texto de los Hechos de los Apóstoles narra cómo este apóstol es cabeza del testimonio firme y audaz de la predicación apostólica primitiva en medio de las persecuciones sufridas en la Iglesia naciente, testimonio ejemplar que sigue siendo emblemático para todos los creyentes a lo largo de la historia y proporciona el criterio que debe prevalecer en todo conflicto: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”. Y desde ahí se hace posible el anuncio permanente de la única verdad que la Iglesia proclama: Jesús, el crucificado por los hombres, ha sido resucitado por Dios, y es el salvador de todos (Hch 5,27-41).

Oración por las vocaciones

Avivemos nuestra oración por las vocaciones ante la fiesta inminente del Buen Pastor, que celebramos al siguiente domingo, y animemos a los jóvenes que de un modo u otro parecen percibir la llamada del Señor, para que, como Pedro, puedan ser testigos entusiastas del Resucitado y paladines del Evangelio, también desde la vida sacerdotal y religiosa.

José Cervantes Gabarrón es sacerdote misionero murciano y profesor de Sagrada Escritura

Etiquetas
Botón volver arriba
Cerrar
Cerrar