OPINIONPRIMERA PLANA

Reflexión dominical: La constante novedad de Dios

Por JOSÉ CERVANTES
Domingo, 3 abr. 2022

La semana de Pasión

Este domingo empieza la semana de Pasión, previa a la Semana Santa, que nos permitirá a los creyentes unirnos a la Pasión de Cristo, para vivir, con Él y como Él, con la fuerza del Espíritu, la transformación de todo sufrimiento en una vivencia de amor entre Dios y nosotros. A mis hermanos y a mí nos ha tocado adelantar un poco esa semana de Pasión, pues hemos vivido el fallecimiento de mi madre, Pascuala, en mi tierra natal de Murcia (España) el pasado día 28 de marzo. En su entierro dábamos gracias a Dios por ella y por su vida, marcada siempre por la fe. También dábamos gracias a Dios por su muerte, vivida en el sufrimiento con la dignidad de quien reconoce su finitud ante Dios y con el consuelo de quien la integra como plenitud de la entrega a Dios. También damos gracias por todos los que nos acompañaron, desde cerca y desde lejos, con su solidaridad y con su oración, amigos y familiares, especialmente al Obispo de Murcia, Mons. José Manuel Lorca, que presidió la eucaristía de su funeral, a los sacerdotes que concelebraron y a los que desde Sudamérica se hicieron presentes con sus mensajes de cariño y de esperanza, a los Obispos de Bolivia y particularmente a Mons. Sergio Gualberti, Arzobispo de Santa Cruz.

Jesús concede la salvación sin condiciones

De mi madre, a la que le he dado la unción de enfermos antes de su muerte, puedo decir que vivió la salvación de Dios en Cristo. Generalmente, cuando hablamos de Dios se dice sólo que Dios es nuestro Padre, que está en los cielos, que premia a los buenos y castiga a los malos. Y es que Dios es, ciertamente, juez de la conducta de los seres humanos. Pero esa no es ni toda ni la única verdad sobre Dios. Jesucristo, rostro de la misericordia del Padre, se ha encargado de corregirnos y de matizarnos sobremanera esa idea de Dios. A ello contribuyen también las lecturas bíblicas de este quinto domingo del itinerario cuaresmal hacia la Pascua en el cual la Iglesia vuelve a ofrecer un mensaje radicalmente nuevo respecto al Dios que Jesús nos presenta. Es el Dios que, por amor al ser humano, concede gratuitamente la salvación, y lo hace de forma incondicional. Es un Dios que desborda la imaginación y los sentimientos humanos al acoger a los oprimidos y pecadores, a los marginados y condenados.

La sorprendente conversión de Dios

En el tiempo de la cuaresma uno de los grandes temas de la predicación cristiana es la conversión. Pero este domingo parece que, más que de la conversión humana, habría que hablar de la conversión de Dios hacia los pecadores para concederles, por su gran misericordia, el regalo de su amor. Y es que la iniciativa de la salvación la tiene siempre Dios. El Evangelio es la excepcional, singularísima e incomparable buena noticia de que “Dios no nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas” (Sal 103,10). Éste fue el anuncio de Jesús, y por eso Él mismo es el Evangelio, la Buena y sorprendente Noticia de un Dios que rompe las ideas preconcebidas acerca de Él como un Dios castigador, justiciero y legalista.

En la Pasión de Cristo está brotando algo nuevo

Las palabras poéticas del segundo Isaías anuncian el gran motivo de la esperanza en Dios para un pueblo que está en el destierro. Abrir caminos en el mar y ríos en el desierto son imágenes de liberación y de vida nueva para ese pueblo oprimido que un día estuvo esclavo en Egipto y ahora está en Babilonia (Is 43 16-21). El Señor liberador de antaño es el mismo que ahora sigue abriendo camino para su pueblo, pero ahora lo hace mostrando una gran novedad: “Miren que realizo algo nuevo; ya está brotando ¿no lo notan?”. La novedad de Dios es a veces casi imperceptible, pero real. En la Pasión de Cristo, que muy pronto celebraremos, está brotando algo nuevo. Es la transformación paradójica de la muerte en vida. Esa transformación llevada a cabo por el amor de Cristo a la humanidad irá abriendo camino en la historia humana con la lentitud propia de los seres humanos pero con la firmeza propia de Dios. Cristo es el protagonista de esta transformación y el que realiza, con su muerte y resurrección, la conversión definitiva de Dios al hombre, proporcionándole una salvación irrevocable e irreversible. Por eso es mediador de una Alianza nueva y eterna.

Jesús condena el pecado y salva al pecador

El evangelio de la adúltera (Jn 8,1-11), condenada a lapidación por el sistema legalista de la interpretación farisea de la ley en una sociedad patriarcal y machista, es la ocasión para revelar una vez más la novedad del Dios de Jesús: Un Dios que sólo condena el pecado, pero no condena a los pecadores y, por eso, los salva siempre redimiéndolos del pecado. Jesús no es sólo hoy el intercesor que da una oportunidad más para la conversión, como a aquella higuera que no daba fruto, ni el que espera el regreso del hijo perdido, cuyo recuerdo del padre posibilita su retorno. Hoy Jesús se encuentra con la mujer condenada por adulterio y, sin mediar ningún tipo de petición ni de iniciativa por parte de ella, le concede el perdón gratuito, la amnistía radical, el indulto general: “Tampoco yo te condeno”. Con Jesús ha culminado definitivamente algo nuevo en la historia humana, algo que de Dios todavía no conocíamos bien, su misericordia eterna y regeneradora.

Jesús revela el amor gratuito e incondicional de Dios

La mujer adúltera no había hecho todavía nada positivo, pero, además de ser pecadora (como todos los somos, de un modo u otro), era una víctima a todas luces. Jesús está siempre con las víctimas por el mero hecho de ser tales. La presencia liberadora de Cristo abre una nueva página en la historia humana y restablece la dignidad de la mujer. Él muestra la misericordia de Dios poniéndose de parte de las víctimas y revela el amor gratuito e incondicional de Dios hacia los pecadores. Al mismo tiempo Jesús desenmascara la mentira de un sistema religioso legalista y libera a la mujer del mismo, aprovecha la oportunidad para interpelar a cada uno según su culpa y finalmente, tras conceder el indulto a la mujer, a ella le muestra el camino nuevo abierto por él en el desierto de su vida, al decirle: “Anda, y en adelante no peques más”.

Dios está en la vida de toda persona

El papa Francisco nos dice que “Dios nos supera infinitamente, siempre es una sorpresa y no somos nosotros los que decidimos en qué circunstancia histórica encontrarlo” (GE 41). Y prosigue el Papa: “Tampoco se puede pretender definir dónde no está Dios, porque él está misteriosamente en la vida de toda persona, está en la vida de cada uno como él quiere, y no podemos negarlo con nuestras supuestas certezas. Aun cuando la existencia de alguien haya sido un desastre, aun cuando lo veamos destruido por los vicios o las adicciones, Dios está en su vida. Si nos dejamos guiar por el Espíritu más que por nuestros razonamientos, podemos y debemos buscar al Señor en toda vida humana. Esto es parte del misterio que las mentalidades gnósticas terminan rechazando, porque no lo pueden controlar” (GE 42). Dios está también en todos y cada uno de los marginados sociales, y por eso, con Jesús y como Jesús, no podemos a dar a nadie por perdido.

Con el indulto de Jesús, en la mujer adúltera está brotando algo nuevo

A la mujer adúltera y perdonada del evangelio de hoy se le indica que algo nuevo está brotando en su vida, de modo que la nueva conducta, alejada del pecado, es consecuencia, no condición, de haber obtenido el perdón y la rehabilitación. En esto consiste la novedad de Dios. Si la mujer fuera capaz de reconocer, ante tanto amor de Jesús, algo de su verdad personal y lograse formularla, entonces, como en la parábola de la gran alegría con el hijo pródigo, se podría celebrar la gran fiesta del abrazo donde la misericordia y la verdad se besan. Pero independientemente de que lo reconozca o no, para ella Jesús, con su indulto, ha abierto un camino nuevo de vida y dignidad. Del mismo modo, cada una de las incontables víctimas sociales de nuestro tiempo debería poder escuchar hoy de cada uno de nosotros lo mismo que escuchó aquella mujer adúltera de Jesús: “Tampoco yo te condeno”. Así puede empezar para todos algo radicalmente nuevo… ¡Ya está brotando! ¿No lo notan?

José Cervantes Gabarrón es sacerdote misionero murciano y profesor de Sagrada Escritura

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