El 2,5% de la población padece síndrome de piernas inquietas y no está diagnosticada
Es un trastorno neurológico que puede esconder otras patologías, como insuficiencia renal o enfermedad tiroides
Martes, 7 ene. 2025. VITHAS
El síndrome de las piernas inquietas (SPI) es un trastorno neurológico caracterizado por la aparición de una sensación molesta, no dolorosa, en las piernas que causa un deseo irresistible de mover las piernas, especialmente por la noche. Según la Sociedad Española de Neurología, lo sufre un 2,5 por ciento de la población y prácticamente ninguno de los enfermos está diagnosticado.
Tal como explica la doctora Susana Soler, neurofisióloga y responsable de la unidad del sueño del Hospital Vithas Valencia 9 de Octubre, “las personas que lo sufren se sienten incómodas, tienen una sensación desagradable en las piernas e incluso sienten dolor cuando se acuestan o se sientan. Unos síntomas que se agravan con la edad y que pueden hacer que el sueño sea difícil e incómodo”. Añade que “las consecuencias van más allá, ya que en más del 40 por ciento de los casos se produce un trastorno del sueño en forma de dificultad para iniciarlo o de mantenerlo durante toda la noche”.
La importancia de diagnosticar
Aunque existen casos esporádicos o producidos por un estado transitorio como el embarazo o el seguimiento de un determinado tratamiento farmacológico, lo cierto es que el factor hereditario es especialmente relevante. Según la doctora Soler, “en la mayor parte de los pacientes no se evidencia una causa del síndrome de piernas inquietas y se diagnostica como idiopático (de causa desconocida). En estos últimos, puede existir un componente de predisposición genética, ya que al menos una tercera parte de los pacientes tiene antecedentes familiares”.
“Sin embargo, la importancia de un diagnóstico certero es clave, –comenta la profesional–, puesto que a veces el SPI puede ser un síntoma de otra patología como: ferropenia, insuficiencia renal, enfermedad tiroidea, polineuropatía, artritis reumatoide y mielopatía, es decir, que si el origen fuese una lesión de los nervios periféricos, la disminución de los acúmulos de hierro o el aumento del ácido úrico en la sangre, hay que tratarlo inmediatamente».
Según la doctora Soler, “el hecho de que el SPI no altere demasiado la vida cotidiana unido a la tardanza del paciente en acudir al especialista indicado dificulta mucho el diagnóstico. En muchos casos se diagnostica mal debido, entre otras cosas, a la dificultad de describir de forma precisa las molestias sensitivas que el paciente sufre. Varices, lumbalgias, neuropatías diabéticas o incluso depresiones acaban por dar explicación a lo que es en realidad un síndrome de piernas inquietas, y en demasiadas ocasiones son diagnósticos erróneos que retardan durante largos periodos de tiempo un diagnóstico preciso y un tratamiento adecuado”.
Tratamiento
Lo más adecuado es realizar estudios analíticos que descarten el carácter sintomático del SPI. Una polisomnografía y un test de inmovilización forzada sirven para apoyar el diagnóstico de la enfermedad. En cuanto al tratamiento de este síndrome, además del farmacológico, siempre es recomendable, añade la especialista, “la adopción de hábitos que minimicen las molestias de la enfermedad como respetar una rutina de sueño; moderar la actividad física durante el día; limitar el consumo de cafeína, alcohol y tabaco; intentar mantener la mente ocupada en situaciones en las que se puedan mover las piernas y darse baños fríos en las piernas antes de acostarse”.