OPINIONPRIMERA PLANA

Reflexión dominical. Hace falta gente con autoridad

Por JOSÉ CERVANTES
Domingo, 28 ene. 2024

La actividad milagrosa de Jesús

Siguiendo la lectura de Marcos, el evangelio de este domingo empieza la narración de la actividad milagrosa de Jesús. El primero de los milagros narrados por Marcos es un exorcismo, acaecido en la sinagoga de Cafarnaún, donde Jesús lleva a cabo la expulsión de un espíritu inmundo de un hombre poseído (Mc 1,21-27). Tal como leíamos el domingo pasado, inmediatamente antes Jesús había anunciado la proximidad inminente del Reinado de Dios. Ahora parece que las obras milagrosas de Jesús están orientadas a mostrar esa cercanía, aunque no todavía su plena manifestación.

Los milagros, signos de la cercanía del Reino

En este sentido los milagros son sólo signos de la cercanía del Reinado de Dios, pero no la llegada plena del Reino. Este milagro de exorcismo, que con ligeras variantes está narrado también en el evangelio de Lucas, tiene varios aspectos que son significativos. Se trata de un milagro de confrontación con el espíritu del mal y de revelación de la gran autoridad de Jesús frente al modo de enseñar de los dirigentes religiosos. En él se manifiesta la potencia de la palabra de Jesús que increpa al maligno, lo expulsa del poseso e inicia el proceso de su eliminación, suscitando el asombro de todos y la primera cuestión acerca de su identidad y del misterio de su persona, que debe ir madurando progresivamente a lo largo de todo el Evangelio: ¿Qué es esto? ¡Una nueva enseñanza con autoridad! Hasta a los espíritus inmundos se impone, y le obedecen (Mc 1,27).

Enfrentarse al mal con firmeza

La confrontación de Jesús con el espíritu inmundo constituye el núcleo del milagro, pues los demonios sí reconocen al Santo de Dios y también perciben el antagonismo y la enemistad entre ellos y Jesús respecto a su relación con los seres humanos. El hombre, poseído por el espíritu maligno, pasa a un segundo plano en la narración, dejando paso al protagonista, Jesús, en su enfrentamiento contundente, potente y eficaz con el demonio. La palabra de Jesús es contra él. El Evangelio de Dios que Jesús proclama es una palabra de increpación, de indignación y de lucha contra el mal en cualquiera de sus múltiples manifestaciones. No se trata de una lucha contra la persona sino contra el mal que la tiene poseída y atrapada. La posesión diabólica puede ser entendida de diversas maneras según los contextos culturales en los que ésta se sitúe y puede abarcar tanto a los males físicos que atenazan la vida humana como a cada una de las ideologías dominantes que se imponen o pretenden imponerse sin tener en cuenta la situación real y objetiva de las personas.

La fuerza posesiva de las ideologías alienantes

En todo caso, la posesión diabólica es una fuerza espiritual maligna, personalizada, exterior o interior, que atrapa, domina y somete a la persona humana tomando posesión de ella. La verificación histórica de que Jesús realizó este tipo de milagros expulsando demonios es indiscutible si aplicamos los criterios de historicidad. Baste decir que es un hecho que hasta los adversarios lo constatan, aunque lo interpreten de forma diferente. En el tiempo presente creo que este tipo de posesión dominadora y aniquiladora del ser humano se puede aplicar a toda fuerza interior o exterior que somete a una persona y no se debe excluir ninguna ideología ni cualquier forma de poder económico y político que diabólicamente destroza vidas y familias humanas. Frente a estas formas y contra ellas también Jesús diría nuevamente: “Cállate y sal fuera!” Y ojalá que pueda oírse esta voz a través de los creyentes en esta palabra.

La gran autoridad de Jesús

Pero un relato de milagro evangélico no permite quedarnos meramente en el hecho como tal, sino que reclama una interpretación adecuada del mismo. Por eso es importante descubrir su valor de signo de la otra realidad a la cual apunta el hecho en sí. En Marcos el milagro, en primer lugar, nos revela la gran autoridad de Jesús y de su palabra, y en segundo lugar, nos remite al misterio todavía indeclarable de su identidad como Hijo de Dios, pues esto no se debe decir hasta que él muestre toda su identidad de forma inequívoca no a través de las obras de poder, sino mediante su muerte en la cruz.

La autoridad es mucho más que el poder

La autoridad de Jesús no tiene que ver casi nada con el poder sino con la fuerza de la palabra, con la coherencia armónica y total entre su ser, su obrar y su hablar, y con la capacidad de convicción de su discurso mostrando la soberanía absoluta de Dios en su vida. En el texto griego del Evangelio  “autoridad” se dice exousia, palabra que evoca etimológicamente y desde su raíz filosófica, ex+ousia, la profundidad del ser y de la identidad de una persona. Es la esencia de la persona que se manifiesta con convicción. Con el milagro se manifiesta la gran autoridad moral de Jesús para intervenir contra todo poder que someta al ser humano o pretenda dominar a las personas. Así Jesús hace visible la cercanía del Reinado de Dios, gracias a su palabra liberadora a favor del hombre, dominado y poseído.

El declive del mundo contemporáneo

En el declive del mundo contemporáneo asistimos a una pérdida clamorosa del valor de las palabras. Los contenidos de las mismas se vacían en virtud de intereses partidistas e ideologías que las tergiversan. La ignorancia y la incultura se apodera de mentes dirigentes que, ufanas de su poder y de su soberbia, imponen nuevos términos, nuevos contenidos de palabras comunes y habituales, no por legítima y creativa competencia lingüística, sino por torpeza diabólica. Solo un ejemplo puede bastar: son muchos a los que se les llena la boca cuando hablan de “progresismo” y hacen compatible tal “supuesto” valor con posicionamientos excluyentes que atentan contra la vida humana, contra la familia, contra la libertad, contra la paz de los pueblos y contra la dignidad de toda persona, contra el respeto a los mínimos democráticos conseguidos en los estados de derecho de nuestras sociedades modernas. En este callejón sin salida creo que escuchar la voz impetuosa y autorizada de Jesús nos llena de esperanza.

La autoridad moral de Jesús

Quiera Dios que la Iglesia y cada uno de nosotros, los creyentes, fieles al espíritu profético y siguiendo a este Jesús del Evangelio, seamos capaces de intervenir también con la verdadera autoridad moral que deriva del mesianismo liberador de Jesús, y podamos hacer frente sin rodeos a las ideologías que amenazan a las personas y a la vida digna, a las múltiples manifestaciones del mal que acosan al ser humano, desde el pecado personal hasta sus derivaciones fatales de carácter estructural, entre las cuales sobresale la gran desigualdad injusta de nuestro mundo, el incremento de autoritarismos totalitarios y la pérdida del sentido común. Ojalá que sepamos decir con firmeza ante todo fenómeno diabólico y ante las ideologías perversas y destructoras del ser humano y de la vida digna lo que dijo Jesús: “¡Cállate y sal fuera!”

Gracias a Dios por la vida y por ser sacerdote

Hoy quiero compartir también con todos vosotros la gran alegría de la vida, al celebrar mi cumpleaños, en el recuerdo entrañable de mis padres, que me dieron la vida, en el cariño extraordinario de mis hermanos y de sus familias, y en el agradecimiento a Dios por todos mis incontables amigos, algunos de los cuales tampoco están ya entre nosotros. Y doy gracias a Dios por toda mi nueva familia de Oikía en Bolivia, de las parroquias a las que he servido, de los Seminarios y de los lugares en los que intentado transmitir, con la gracia del Espíritu, la apasionante y gozosa fuerza del Evangelio. En mi agradecimiento va también el reconocimiento de la limitación humana, pues reconozco que, por muchos años que cumpla, siempre me faltará tiempo para agradecer a Dios lo que él ha tenido a bien hacer de mí: un sacerdote misionero, mero servidor del Evangelio y de Jesucristo, y de todos los hermanos en cualquier parte del mundo, especialmente entre los pobres y los que sufren. Os agradezco vuestra oración y vuestro recuerdo, especialmente este domingo, 28 de enero, día de mi cumpleaños.

José Cervantes Gabarrón es sacerdote misionero murciano y profesor de Sagrada Escritura

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