OPINIONPRIMERA PLANA

Reflexión dominical. El Evangelio nos transfigura

Por JOSÉ CERVANTES
Domingo, 6 ago. 2023

La fiesta de la Transfiguración del Señor

Hoy se celebra en toda la Iglesia la fiesta de la Transfiguración del Señor, que nos invita a nuestra propia transfiguración. La transfiguración es una escena trascendental que revela, hacia la mitad de los tres primeros evangelios, la gloria de la Pascua, pero el camino hasta la gloria hay que recorrerlo a través de la Pasión. Es el anuncio anticipado de la gloria real de Jesús en su resurrección. La transfiguración revela que el único camino hacia la gloria del Hijo del Hombre es el del sufrimiento y del rechazo (Mt 17,1-9).

La Transfiguración es el anuncio de Jesús como Hijo de Dios

La narración nos cuenta un momento crucial de encuentro revelador de Jesús con Pedro, Santiago y Juan. Es un encuentro en un monte, que la tradición identifica como el Tabor. Jesús se transfiguró delante de ellos (Mt 17,2) pues su rostro brilló como el sol (Ex 34,29).El blanco brillante de la luz pertenece al lenguaje apocalíptico y significa la pertenencia de Jesús al mundo divino (Dn 7,9; Ap 1,14; 2,17). Nuestro refrán dice que la cara es el espejo del alma. Lo que ese rostro brillante revela está en relación con la identidad mesiánica de Jesús, expresada por Pedro anteriormente al decir, según Lucas, “tú eres el Mesías de Dios” y está vinculado a la predicción de su destino recogida en los anuncios de su pasión que enmarcan la transfiguración.

Un relato trascendental de Jesús

El lenguaje de la escena tiene matices sorprendentes del género literario apocalíptico y elementos del Antiguo Testamento para subrayar la acción divina en esa transfiguración. El diálogo de Jesús con Moisés y Elías resalta la trascendencia de Jesús. Moisés era el guía liberador del pueblo de la esclavitud de Egipto y el mediador de la ley de Dios. Elías fue el que recondujo al pueblo desde el culto idolátrico a Baal al culto del Dios verdadero. Uno y otro sufrieron el rechazo y la persecución como Jesús. Según la tradición judía, ambos personajes fueron arrebatados al cielo. Al estar hablando con ellos Jesús, se expresa que éste está al nivel de la gloria celestial. 

Necesidad de escuchar a Jesús

A los discípulos que hablan con Jesús la nube también luminosa los cubrió (Éx 24,16). Ellos están envueltos en la teofanía que revela que Jesús es el Hijo amado de Dios. Recurriendo al Dt 18,15 se subraya la necesidad de escuchar a Jesús. Lo que realmente transfigura al hombre revistiéndolo de gloria es escuchar la palabra de Dios en la intimidad de la oración con el Padre, es concentrar nuestra atención sólo en Jesús, es contactar con Jesús que nos resucita en medio de los temores de la vida y es comprender el destino del Hijo del Hombre en la Pasión. En el seguimiento de Jesús es preciso emprender el camino aventurado de la fe, el camino del sacrificio por amor como Jesús a favor de los sufrientes y desfigurados de esta tierra. En la transfiguración tiene lugar la misma revelación que se dio en el bautismo al principio del Evangelio. Ahora la misma voz celeste revela al inicio de la segunda parte del Evangelio el modo en que Jesús realizará su misión: desde el misterio de su pasión, muerte y resurrección.

El Tabor como teofanía

El miedo provocado en los discípulos es la reacción normal de las escenas de revelación en el AT. Esto lo subraya S. Mateo caracterizando la escena como una escena teofánica. Pero las palabras de Jesús a sus discípulos son propias de un oráculo de salvación: «No temáis» (cf. Mt 28,5.10). En Mt 28,5.10, el ángel y Jesús anuncian respectivamente el mensaje pascual. En el Tabor es Jesús mismo quien alienta a la comunidad cristiana, pues un poco antes había dicho a los discípulos que tenían que cargar con su cruz (Mt 16,24-27). El evangelio se concentra en la persona de Jesús. A quien han visto transfigurado es sólo a Jesús (17,8). Vuelve el matiz apocalíptico en la orden de no contar la visión (Dn 12,4.9) y Jesús la vincula a su muerte y resurrección. Para escuchar a Jesús es preciso concentrar la espiritualidad en la escucha de la Palabra bíblica.

El secreto de la verdadera transfiguración

El “secreto mesiánico” es la advertencia de Jesús a sus discípulos de que silencien lo que han visto hasta que suceda todo lo que tiene que suceder para revelar su auténtico mesianismo a través de su muerte y pasión. El mensaje que hay que escuchar es que el Hijo del Hombre va a sufrir y va a recorrer un camino paradójico hacia la gloria pasando por la cruz. No hay transfiguración verdadera sin cruz. No hay transfiguración profunda sin configurar la vida con Cristo mediante el amor comprometido con los rostros desfigurados de la tierra y con los crucificados del mundo. Jesús, como Moisés y Elías, será rechazado por su pueblo, pero Dios lo constituirá Señor glorioso. Inmediatamente después Jesús vuelve a repetir el mensaje de la Pasión, con el sello de la autenticidad histórica del anuncio: el Hijo del Hombre va a sufrir de parte de ellos (los letrados).

La verdadera transfiguración es configurarse con Cristo

Los discípulos quedamos emplazados a recorrer este mismo camino, escuchando el mensaje del evangelio, hasta sufrir por él, que es el auténtico instrumento de transfiguración de la vida de los seguidores de Jesús. En el camino de la vida no es necesario buscar más cruces que las que ya existen. Bajemos, pues, desde las nubes y aterricemos donde los seres humanos llevan en sus cuerpos las marcas de la injusticia, la desfiguración del crucificado, y entonces experimentaremos la auténtica transfiguración de nuestra vida y de nuestro mundo. No hay transfiguración posible del discípulo si no hay una configuración personal con Cristo, si no nos dejamos envolver por la misma nube, especialmente a través de la escucha del Evangelio que nos concentra en el amor a las personas de los rostros más desfigurados del mundo.

Transfigurarse implica renovar la mentalidad

Podría parecer que la transfiguración es un acontecimiento exclusivo de Jesús, pero no es así, pues lo que en Jesús es una realidad que revela su identidad divina y su destino mesiánico de gloria que pasa por la Pasión hasta la cruz, en los creyentes es una realidad dinámica de transformación continua del ser para vivir como hijos de Dios. Pablo exhorta a los cristianos a no amoldarse a los criterios de este mundo sino a transformar la vida con la renovación de nuestra mente, por la entrega de la vida, como único sacrificio agradable a Dios (Rm 12,2). Los creyentes nos vamos transfigurando en imagen de Dios por obra del Espíritu (2 Cor 3,18) Siempre es el mismo verbo: “Transfigurar”. Con términos semejantes se expresa en Flp 3,21 afirmando la transformación de nuestra condición humilde en condición gloriosa con su misma energía.

La oración y la escucha del Evangelio nos transfiguran

En el contacto permanente con Jesús en la oración y mediante la escucha de su Palabra también en nosotros se puede transformar el rostro asemejándose al suyo. Parece un hecho comúnmente comprobable que los rostros de un hombre y una mujer que han vivido juntos en matrimonio durante mucho tiempo, en la madurez se acaban pareciendo también físicamente. Y es que han compartido la vida, las alegrías y las penas, la risa y el llanto, el dolor y la esperanza. Y sus rostros se han transformado en el del amado. Algo así puede sucedernos a nosotros, que nuestros rostros se transfiguren con el de Jesús, al compartir con él la entrega generosa de cada día.

José Cervantes Gabarrón es sacerdote misionero murciano y profesor de Sagrada Escritura

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