OPINIONPRIMERA PLANA

Reflexión Dominical: Pobre y hermano de los pobres

Por JOSÉ CERVANTES
Domingo, 27 jun. 2021

El fundamento de la opción por los pobres en la Iglesia

Entre las primeras reflexiones del Nuevo Testamento acerca de Jesucristo destaca la de san Pablo. Su lectura en este domingo (2Cor 8,7-15) nos ofrece la razón más profunda de la “opción preferencial y evangélica por los pobres”, vigente en la Iglesia Latinoamericana como línea fundamental de su acción misionera. Allí se nos muestra a Jesucristo que, siendo rico, se hizo pobre por nosotros para enriquecernos con su pobreza (cfr. 2 Cor 8,9). No hay razón teológica más profunda que ésta para fundamentar la solidaridad y la comunión con las personas y poblaciones más pobres y necesitadas de nuestro mundo. Por su parte, el Evangelio presenta dos milagros entrelazados de Jesús, el retorno a la vida de la niña de Jairo y la curación de la hemorroísa (Mc 5,21-43), con los cuales Marcos destaca el encuentro personal con Jesús desde la fe que propicia la salvación a estas dos mujeres.

Jesús se hizo pobre y hermano

Concentrándonos primero en el texto de Pablo es de resaltar que lo que Jesús hizo fue hacerse pobre por la humanidad para enriquecer a los hombres con su pobreza. Fue pobre y hermano de los pobres. La gracia de Dios manifestada en Cristo consiste en el movimiento solidario de su amor que le ha llevado a asumir en el misterio de la encarnación la identidad del pobre, la condición del siervo y la naturaleza del hombre. Este movimiento solidario en el amor hasta hacerse pobre, siervo y hombre es el que comunica toda su riqueza divina a los seres humanos.

Tomar la identidad del pobre

Pablo ha buscado un verbo específico para darnos la identidad del Jesús histórico. El verbo griego que significa “hacerse pobre” es ptojeuo, sólo aparece aquí en el Nuevo Testamento y es poco frecuente en la literatura antigua. Creo que el sentido de dicho verbo no es tanto empobrecerse cuanto hacerse pobre, con lo cual el énfasis no se pone tanto en la renuncia a bienes básicos para la supervivencia como en la voluntad personal de conseguir una identidad de pobre por amor solidario con los pobres de la tierra. A mi parecer el alcance de la formulación paulina al argumentar que “Cristo se hizo pobre por vosotros” debe abarcar la vida histórica de Jesús. En ella él asumió la identidad del pobre entre las múltiples opciones de que disponía para llevar a cabo el misterio de su encarnación en la historia humana y su correspondiente realización hasta el anonadamiento de la cruz como mediación paradójica de su glorificación divina manifestada en su resurrección.

Hacerse pobre por amor a los pobres

Pablo no desarrolla ningún otro aspecto de la vida histórica de Jesús, ni de sus palabras, ni de sus milagros, ni de sus controversias y conflictos con las autoridades judías, sin embargo, revela, al decirnos que se hizo pobre, un aspecto muy concreto de su identidad humana. Pablo tampoco nos habla de Jesús en cuanto carpintero, ni del hijo putativo de José. Pablo no selecciona entre los datos de la humanidad de Jesús más que el hecho de su pobreza. Para ello ha encontrado un verbo singular y único que permite dar una clave de la identidad de Cristo insertándolo en la tradición de los pobres de Dios, que ponen toda su confianza en él.

La gracia de hacerse pobre en razón de la igualdad

De este modo Pablo da uno de los trazos esenciales de la personalidad de Cristo, que los evangelios sinópticos se encargaron de desarrollar, pues la pobreza radical forma parte de los elementos más significativos entre las exigencias del Reino inaugurado por el Mesías. En este sentido es importante tener presente que este argumento cristológico de Pablo tiene como objetivo la orientación hacia la igualdad en el ámbito económico, como principio orientador de la vida cristiana y de las relaciones humanas (2 Cor 8,14). El hecho de identificarse con el pobre es vivido como gracia en razón de la igualdad, y sirve al autor de la cara para fundamentar y estimular, desde Cristo, la donación de sí mismos a través de la participación económica en comunión con los pobres de Jerusalén. Así la formulación de Pablo en este texto de 2 Cor 8,9 expone de forma concreta un rasgo esencial de la encarnación de Cristo, su identidad como pobre en virtud de su identificación con los pobres.

El primer rasgo de la encarnación de Cristo

Con ello, lejos de diluir el predicado singular de la pobreza en aquel más genérico de la naturaleza humana, le da a ésta una identidad histórica que nos permite descubrir en la primera cristología del Nuevo Testamento, la paulina, un trazo excepcional de la figura de Jesús: su pobreza. Además de ello sabemos también, según la investigación histórica, avalada por J. P. Meier, que “Jesús era uno de los pobres que tenían que trabajar duramente para vivir”. Creo que con toda razón y como una base teológica trascendental, Benedicto XVI introdujo este texto cristológico de 2 Cor 8,9 como fundamento de la opción preferencial por los pobres, vigente como orientación teológica pastoral de primer orden, dándole consistencia y claridad a la misma al ponerla en el contexto teológico que le correspondía. Esta orientación hacia los pobres ha sido adoptada también particularmente por el papa Francisco, el cual partiendo de su nombre mismo, adoptado por él como sucesor de Pedro quiere mostrar la línea matriz de su pontificado que él ha evidenciado al expresar con sus múltiples signos y con sus sorprendentes discursos diciendo que quiere “una Iglesia pobre y para los pobres”.

Los milagros, signos de la cercanía del Reino

Respecto al Evangelio de hoy seguimos constatando que los milagros ocupan un lugar preeminente en el Evangelio de Marcos, sobre todo, en la primera parte de la obra, donde todos ellos contribuyen a introducir al lector en la percepción misteriosa y real de la cercanía del Reinado de Dios entre los hombres. Hoy se combinan dos signos prodigiosos de Jesús en un mismo relato, el retorno a la vida de la niña de Jairo y la curación de la hemorroísa (Mc 5,21-43). El segundo ha quedado inserto a la mitad de la narración del primero para desarrollar una auténtica y plena catequesis de la fe cristiana, partiendo de dos hechos históricos, realizados por Jesús. El resultado final de la narración presenta a Jesús como protagonista indiscutible del relato y a la mujer, tanto a la niña como a la adulta, víctima de los males naturales, sociales y religiosos.

El encuentro salvífico con Jesús

La intervención de Jesús es posible gracias a la audacia y a la fe de los adultos que lo buscan y lo encuentran, experimentando la salvación de Dios por medio de él. El retorno a la vida de la hija de Jairo presenta a Jesús como salvador de la niña gracias a la mediación de la fe de su padre. La fe que salva es condición previa para la realización del milagro, que pone de relieve la fuerza de la mediación por parte de los creyentes para conseguir que el encuentro con Jesús produzca el efecto salvífico deseado, en este caso el retorno a la vida de una niña de doce años. En Jairo se retrata la gran misión de la Iglesia que continuamente intercede para propiciar el encuentro de la humanidad caída y necesitada con el Señor Jesús para que perciba la vida que procede de Dios.

La fe que salva

La fe, entendida como relación personal, viva y abierta con Jesús, es la que comunica vida y salvación. De modo semejante, la fe de Jairo sufre una transformación. Lo que era una fe interesada pasa a ser una fe plena al encontrarse con Jesucristo, el que resucita a los muertos. Por eso la fe que salva es creer en el resucitado que resucita y da la vida a los muertos. Podríamos preguntarnos cuál de estas cuatro posibilidades de la fe predomina en mí. En el Evangelio y en la Eucaristía toda persona se encuentra con el cuerpo de Cristo pobre y salvador, que mediante la fe permite que todos sintamos su salvación y seamos testigos de su resurrección.

Mons. Sergio cumple cincuenta años de sacerdocio

Una especial efeméride festeja también hoy la Iglesia de Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia, pues celebra el 50º aniversario de la ordenación sacerdotal de Mons. Sergio A. Gualberti Calandrina, nuestro Arzobispo. Aún en medio de las medidas estrictas frente al coronavirus este sábado y domingo se celebran sendas Eucaristías en la catedral, con los sacerdotes y con los laicos respectivamente. Los 50 años de testimonio sacerdotal de M. Sergio han sido una bendición de Dios para Bolivia y para la Iglesia. Él quiso ser desde el principio “un hermano entre hermanos” y podemos decir que lo ha conseguido. Natural de Bergamo (Italia), estrenó su sacerdocio (1971) recién acabado el Concilio Vaticano II (1965), del cual ha sido verdaderamente un paladín. En su primera fase sacerdotal fue un cura, que trabajó como albañil entre los inmigrantes en Suiza, hasta que en 1979 se incorporó como misionero a la Iglesia de Bolivia, donde lleva 42 años, primero en la Paz y después, ya como obispo auxiliar y titular sucesivamente en Santa Cruz.

Agradecidos a Dios ¡Felicidades Monseñor Sergio!

Con su gran personalidad propia, siempre cercano a los que sufren y a la Iglesia más comprometida y profética, como profesor de Sagrada Escritura y amigo personal del Cardenal Julio Terrazas, ha trazado un perfil ejemplar de Pastor entregado a su misión, fiel al Evangelio y a la Iglesia, entusiasta de la vida y dedicado a los que sufren y a los pobres, de espíritu lúcido y crítico frente a todo mal en los diferentes contextos sociales y políticos en los que ha vivido, Mons. Sergio está cumpliendo 50 años de servicio en el único sacerdocio de Jesucristo, hermano de todos, cuya gracia nunca le ha faltado. Y de él también podemos decir que ha vivido como “pobre y hermano de los pobres”. Desde esta humilde tribuna le deseamos la gran dicha de los servidores de Dios. Agradecidos a Dios ¡Muchas felicidades!

José Cervantes Gabarrón, sacerdote misionero murciano y profesor de Sagrada Escritura

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