Opinión. Navidad ¿Por qué no nos deslumbra el sufrimiento humano?
Por JOAQUÍN SÁNCHEZ
Miércoles, 9 dic. 2020
De nuevo es Navidad y observamos cómo todas las ciudades compiten entre sí para que la iluminación de sus calles sea mayor y tenga un eco mediático, atraiga más turismo y llene nuestros sentidos y tengamos la sensación de felicidad y bienestar. Luces para despertar el consumismo, para generar grandes aglomeraciones, para hacernos salir de nuestras casas y pasear por las calles iluminadas. Son luces que nos deslumbran y que despiertan nuestra admiración, poniendo toda nuestra atención en los escaparates y en el juego de luces que cuelgan en las calles, hasta se hacen figuras de luces de diversos colores. Y, cuando se apagan, sentimos tristeza y melancolía.
Son luces que nos hacen olvidar el sufrimiento humano, que nos hacen ser indiferentes ante tanta inhumanidad, ante tantas injusticias, ante tanta represión, opresión y explotación. Pero, ante tanto espectáculo, ruido, entusiasmo vacío, surge el recuerdo del nacimiento de Jesús de Nazaret en un pesebre, no en un palacio, ni siquiera en una casa normal. Recordamos la gran alegría de María y José de ver a su hijo, al escuchar su llanto, del nacimiento de una gran esperanza, que se tradujo en una Buena Noticia para los empobrecidos, para los que habían dejado de tener esperanza en este mundo, para los que pensaban que siempre la última palabra la iban a tener las élites financieras, económicas, sociales, militares y religiosas.
No es el Dios de los ricos, de los sumos sacerdotes, de los guerreros. Es el Dios que quiere aliviar el sufrimiento humano, es la humanidad recobrada y celebrada, que pone a la persona y el cuidado del planeta en el centro de la existencia, que nos invita a luchar por la dignidad humana sin descanso.
El nacimiento de Jesús en el pesebre es el alumbramiento de una humanidad nueva que denuncia unas estructuras socioeconómicas basada en la concentración de las riquezas en las manos de unos cuantos, saqueando los recursos naturales de los países a través de la deuda y a través de la violencia y de la guerra. Es el alumbramiento de una humanidad nueva que denuncia una cultura dominante basada en el individualismo, el consumismo, el productivismo y el sálvese quien pueda.
El nacimiento de Jesús en el pesebre es el alumbramiento de una humanidad nueva que derriba muros y fronteras, que derriba los muros de los centros de internamiento de extranjeros, de los campos de refugiados, de la pobreza, del racismo y la xenofobia, que elimina las concertinas.
El nacimiento de Jesús en el pesebre es el alumbramiento de una humanidad nueva que quiere un trabajado digno y decente, no el paro ni la precariedad, que quiere la plena igualdad entre mujeres y hombres, no la discriminación ni la violencia machista, que quiere que cualquier persona con dificultades encuentre una administración pública que lo proteja y un entorno familiar y social que le ofrece acompañamiento y solidaridad.
El nacimiento de Jesús en el pesebre es el alumbramiento de una humanidad nueva que quiere establecer puentes, una cultura de comunión y del bien común, en la que nadie quede atrás, una cultura de la paz, la justicia, el perdón, la fraternidad y la libertad. Una cultura en la que todos los derechos humanos se hagan realidad.
El nacimiento de Jesús en el pesebre es el alumbramiento de una humanidad nueva, en la que los inmigrantes, los refugiados, los parados, los trabajadores y trabajadoras con trabajos eventuales y precarios, en la que los mayores que viven en soledad y abandonados, las familias rotas por el motivo que sea, las personas que viven humilladas y pisoteadas, encuentran la caricia, el beso y el abrazo del Dios de la vida y de la creación.
Tenemos que ser constructores y constructoras de ese mundo lleno de vida y vida en abundancia que nos trajo Jesús de Nazaret. Construimos este mundo nuevo siendo nosotros, en nuestra vidas, expresión de ese cambio que queremos que se dé en la sociedad, compartiendo con todos aquellos y aquellas que convergemos, desde ideales y credos diferentes, en que la persona y su dignidad debe ser lo primero, renunciando a la avaricia, la codicia, la ambición, la envidia, la soberbia, el poder y la violencia.
Que esta Navidad despierte nuestra esperanza, unas veces dormida, otras veces abandonada y convertida en desesperanza, por construir ese otro mundo posible, necesario y urgente.
Feliz Navidad en el amor y la lucha y próspero año nuevo en la justicia, la libertad y la hermandad.
Joaquín Sánchez es sacerdote murciano