Reflexión dominical. El Espíritu profético en el Bautismo
Por JOSÉ CERVANTES
Domingo, 12 ene. 2025
La epifanía del Bautismo
Este domingo se celebra el bautismo de Jesús, con el cual concluye la fiesta cristiana de la Navidad. El sentido de este acontecimiento en la vida de Jesús, relatado en los evangelios como una verdadera epifanía, es mostrar que el Hijo de Dios se ha puesto en la fila de los pecadores, sin haber cometido pecado alguno, para destruir el pecado en los seres humanos. Asumir la condición pecadora de los humanos y amar a los hermanos con una solidaridad sin igual implica el extremo abajamiento de Jesús, el Siervo, que no sólo se puso entre los pecadores, sino que, por amor a nosotros, experimentó la consecuencia última del pecado de la humanidad en el asesinato violento de la cruz.
El bautismo del Señor según Lucas
Los evangelios destacan en la narración bautismal el carácter divino de la persona de Jesús, pero este año se lee la versión lucana del relato (Lc 3,15-16.21- 22), que acentúa en Jesús tres rasgos esenciales: su plena humanidad al bautizarse con todo el pueblo, su carácter profético y su identidad como hombre ungido por el Espíritu Santo. Todo esto acontece en el marco de la oración de Jesús.
La solidaridad sacrificial de Jesús con la fuerza del Espíritu
La apertura del cielo evoca al profeta Ezequiel (cf. Ez 1,1) y la bajada del Espíritu Santo en forma física de paloma contribuye a desvelar la identidad del bautizado en cuanto Siervo de Dios. Así mismo la dimensión de la oración presenta a Jesús en un permanente diálogo con Dios, lo cual es un elemento que está presente en todo el evangelio de Lucas. El bautismo de Jesús tiene como objetivo presentar su profunda solidaridad con los seres humanos apareciendo entre los pecadores y mostrándose como uno de tantos en el misterio de la cruz. Jesús murió entre los criminales, pero él convirtió ese crimen en un sacrificio redentor. Se puede decir que su muerte fue la peor de las muertes humanas, pero con la fuerza del Espíritu Santo, presente siempre en él y destacado en el Bautismo, él la convirtió en algo sagrado en virtud de su amor, un amor que irradia perdón, fortaleza y vida.
El Siervo de Dios implanta la justicia
Los textos del Antiguo y Nuevo Testamento ayudan a comprender el sentido de esta manifestación divina en el bautismo. El primer poema del Siervo en Isaías (Is 42,1-7) habla de un personaje enigmático, aplicado, según la interpretación cristiana, a Jesús, cuya prefiguración se completa con los otros poemas del Siervo sufriente (Is 49, 1-7; 50, 4-9; 52, 13-53, 12). En ese primer cántico se revela la figura del Siervo elegido por Dios para llevar adelante una misión profética singular, la de promover el derecho en la tierra e implantar la justicia en la historia, encabezando el proceso de liberación de los oprimidos de este mundo, en el máximo amor y respeto a lo más débil e indigente de la humanidad y sin ningún tipo de alarde ni de espectacularidad. Es el Mesías servidor que, impulsado por el Espíritu, consumó su entrega por la justicia en la injusticia de la cruz.
El bautismo de Jesús es la manifestación abierta y profética de su misión y de su destino.
Hacer el bien y liberar a los oprimidos
En los Hechos de los Apóstoles se pone de relieve también el altísimo valor teológico de la justicia, pues todo aquel que practique la justicia del Siervo, sea de la nación que sea, es aceptado por Dios (Hch 10,34-38) más allá de su condición religiosa, étnica e ideológica. Así se pueden describir también las señas de identidad de todo bautizado ungido con el Espíritu Santo, como Jesús, para practicar el bien y enfrentarse a todo lo malo y diabólico del mundo presente, abriendo camino a la paz. Promover el derecho y la justicia, liberar a los oprimidos de la tierra y hacer siempre el bien son las marcas del Siervo de Dios que configuran la identidad profunda y profética de los cristianos. Bautizarse es empaparse de este Espíritu profético y mesiánico, que hay que renovar continuamente en la vida de la Iglesia.
Bautizados en el Espíritu de Jesús
Como cristianos, bautizados en el Espíritu de Jesús y sintiéndonos muy amados por Dios como hijos suyos, auguramos, siempre guiados con la Palabra de Dios, un tiempo nuevo para promover todo lo que hay de bueno y de justo en cada uno de nosotros y podemos comprometernos con todo tipo de acciones solidarias y justas que estén a nuestro alcance, dispuestos a hacer todavía un sacrificio de justicia mayor para orientar los esfuerzos de las personas, de los Estados y de los que ostentan el poder económico mundial hacia los intereses de la justicia internacional, de la promoción del derecho y de todos los derechos individuales, sociales, políticos y económicos en todos los pueblos y naciones de la tierra.
La revelación de Dios en el bautismo
Ojalá que la apertura del cielo en el bautismo, el desgarrón del velo del templo en la muerte de Jesús, así como el desgarrón del corazón humano ante tanta violencia, ante la barbarie de las guerras y de las pobrezas de nuestro mundo permitan escuchar la voz del Dios del amor, que no hace acepción de personas y ama al que practica la justicia sea de la nación que sea. Sólo así seremos capaces de construir un mundo de diálogo, de respeto, de valoración del otro en el reconocimiento de su diferencia, un mundo de solidaridad con los que sufren y una tierra que se oriente hacia la paz.
El Papa Francisco y el compromiso por la justicia
El papa Francisco orienta el compromiso cristiano por la justicia y la opción por los pobres al decirnos en la Evangelii Gaudium, n.187: “Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres, de manera que puedan integrarse plenamente en la sociedad”. Y también en el n. 58… “¡El dinero debe servir y no gobernar! El Papa ama a todos, ricos y pobres, pero tiene la obligación, en nombre de Cristo, de recordar que los ricos deben ayudar a los pobres, respetarlos, promocionarlos. Os exhorto a la solidaridad desinteresada y a una vuelta de la economía y las finanzas a una ética a favor del ser humano”.
José Cervantes Gabarrón es sacerdote misionero murciano y profesor de Sagrada Escritura