Consuelo Ruiz Gómez, una vida junto a los más pobres de Alcantarilla
Homenaje de Cáritas a cuatro voluntarios octogenarios que llevan décadas ayudando a los demás
Sábado, 6 dic. 2025. DIÓCESIS DE CARTAGENA
Cáritas Diócesis de Cartagena ha tenido un reconocimiento este viernes, Día Internacional del Voluntario, hacia todos aquellos que ponen su tiempo al servicio de los más vulnerables y que, colaborando con Cáritas, hacen visible el amor de Dios hacia las personas necesitadas. Un reconocimiento que han dirigido especialmente a cuatro voluntarios que lo han sido durante décadas: María Teresa Camacho Mené, Consuelo Ruiz Gómez (que ha vivido décadas en Alcantarilla), Antonio Cambronero Fernández y Pepe Serrano Marino, a quien se ha homenajeado a título póstumo.
Acompañados por el equipo directivo de Cáritas Diocesana, María Teresa, Consuelo, Antonio y la familia de Pepe han acudido este viernes al Palacio Episcopal de Murcia, donde han sido recibidos por el obispo de Cartagena y presidente de Cáritas Diocesana, José Manuel Lorca Planes. El prelado les ha impartido la bendición; les ha entregado como obsequio una cruz de Caravaca, elaborada por las usuarias del taller del mueble de Cáritas en la pedanía murciana de Espinardo; y ha tenido unas palabras para cada uno de estos voluntarios, agradeciendo su entrega.

Cuatro vidas al servicio de los demás
La molinense Consuelo Ruiz Gómez, de 81 años, comenzó a colaborar con Cáritas en 1975. Miembro de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), se mudó a uno de los barrios más pobres de Alcantarilla, que escogió como una opción de vida por los necesitados; y fue una de las fundadoras del CAYAM, el centro de acogida y acompañamiento integral de Cáritas en El Palmar. “Los pobres estaban en la calle y tenían que tener una casa, ellos eran el centro de todo el proyecto; yo era ellos”. Un servicio que vivió buscando siempre a Dios: “Eso era lo más grande, sin él no habría podido hacer nada, ni en el barrio donde viví, ni en el CAYAM donde trabajé”.
Siete décadas es el tiempo que Antonio Cambronero Fernández, de 92 años, ha sido voluntario en Cáritas. Comenzó muy joven, a los 14 años, cuando formaba parte de las Congregaciones Marianas de la Compañía de Jesús y, junto a otros chicos, llevaba alimentos a los pobres en distintos barrios murcianos, casa por casa. También colaboró en Cáritas Diocesana repartiendo ropa y posteriormente en Cáritas de su parroquia, San Lorenzo. “He estado toda la vida ayudando en lo que he podido y los años de voluntariado los he vivido muy bien, muy contento; ocupaba mi tiempo haciendo bien a la gente y me sentía a gusto”.
María Teresa Camacho Mené, murciana de 83 años y profesora de profesión, es voluntaria desde 1991, cuando comenzó a poner en marcha el programa de acogida de inmigrantes de Cáritas, que iba más allá de proporcionar ropa y comida para ofrecer educación, asesoramiento jurídico y casas de acogida. Para ella, el inmigrante es el mayor de los pobres, “porque tiene además la pobreza de la soledad, de no tener a su familia, de la indiferencia; cuando en su mirada encuentras todo lo que ha pasado para llegar a nosotros no tienes más remedio que ayudar”. Un servicio que anima a los demás a realizar: “Estás ayudando a los demás en algo concreto que necesitan y puedes hacerlo por amor a Dios; es incomparable, no tiene precio”.
Pepe Serrano Marino, malagueño, se trasladó a la capital del Segura junto a su mujer, Bárbara Fernández Sánchez, para trabajar en la Universidad de Murcia, donde fue catedrático. En sus 40 años de voluntariado, que vivió con una gran implicación, fue director de la Cáritas parroquial de Santa María de Gracia y también miembro del consejo diocesano de Cáritas, donde contribuyó a elaborar los estatutos de Cáritas Diocesana. “Tenía fe con un convencimiento absoluto y eso hacía que disfrutara sirviendo a los demás; se pasaba las 24 horas del día todo el año ayudando a los demás y lo vivía con una alegría total”, comparte Bárbara.