
Descalzos, hambrientos y sin ningún lugar al que ir: la infancia en Gaza está peor que nunca
JAMES ELDER. Ginebra. 3 oct. 2025
“Ciudad de Gaza sigue siendo el hogar de decenas de miles de niños y niñas. Niños descalzos empujan a sus abuelos en sillas de ruedas entre los escombros. Niños amputados luchan por avanzar entre el polvo. Madres llevan a niños y niñas cuya piel sangra por las erupciones cutáneas. Los niños tiemblan ante los implacables ataques aéreos. Y miran al cielo siguiendo el fuego de los helicópteros y drones.
La pregunta que me hacen en todas partes de Ciudad de Gaza, tanto las mujeres como los ancianos y los más pequeños, es: ‘¿A dónde puedo ir para estar a salvo?’
Y la respuesta sigue siendo la misma después de casi dos años: a ningún sitio.
No hay ningún lugar seguro en la Franja de Gaza.
Sin embargo, hoy se ha advertido a otros 200.000 civiles que abandonen Ciudad de Gaza, además de los más de 400.000 que se han visto obligados a desplazarse hacia el sur. Un hospital de Ciudad de Gaza, el Patient Friendly Hospital, donde estuve ayer (jueves 2 de octubre), atiende cada día a entre 60 y 80 niños y niñas ingresados por desnutrición y otras enfermedades.
La Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) para bebés y recién nacidos del hospital Al Helou está desbordada. Este hospital fue bombardeado la semana pasada.
La lógica impuesta a la población de Gaza es brutal y contradictoria. El norte ha sido declarado territorio hostil: quienes permanezcan allí serán considerados sospechosos. Seamos claros: la emisión de una orden de evacuación general o indiscriminada a la población civil no significa que quienes se queden atrás pierdan su protección como civiles.
En el sur, las llamadas ‘zonas seguras’ también son lugares de muerte. Al-Mawasi, ahora uno de los lugares más densamente poblados de la Tierra, está grotescamente superpoblado y desprovisto de lo esencial para la supervivencia. El 85% de las familias viven a menos de diez metros de alcantarillas abiertas, excrementos de animales, montones de basura, agua estancada o infestaciones de roedores. Dos tercios no tienen acceso a jabón. Hablé con docenas de personas en Ciudad de Gaza y todas me dijeron lo mismo: no tienen dinero para mudarse, ni espacio ni tiendas de campaña donde ir, y el sur también es peligroso.
De hecho, la propia noción de ‘zonas seguras’ en el sur es ridícula: las bombas caen del cielo con una previsibilidad escalofriante. Las escuelas designadas como refugios temporales quedan reducidas a escombros con regularidad. Las tiendas de campaña instaladas en terrenos baldíos no ofrecen protección alguna contra la metralla. A menudo quedan envueltas en llamas por los ataques aéreos.
Hace dos días, en el hospital Nasser, conocí a niños y niñas que habían quedado paralizados, quemados o con miembros amputados tras impactos directos en tiendas de campaña, todo ello aproximadamente a las dos de la madrugada. Unos días antes, en el hospital Al Aqsa, conocí a otros muchos que habían recibido disparos de drones.
Cuando el mundo se acostumbra y normaliza este nivel de violencia y privaciones, algo está profundamente roto. La fuerza del derecho internacional no reside en las palabras escritas en un papel, sino en la determinación de los países de defenderlo.
Mientras tanto, la situación de las madres y los recién nacidos nunca ha sido peor.
En Nasser, los pasillos del hospital están llenos de mujeres que acaban de dar a luz. En seis misiones a Gaza, nunca había visto algo así. Las madres primerizas y los recién nacidos vulnerables yacen en el suelo. Tres bebés prematuros comparten una única fuente de oxígeno: cada niño respira durante veinte minutos, antes de ceder el turno al siguiente. A una bebé prematura, Nada, que estuvo en cuidados intensivos durante 21 días, le dieron el alta y ahora espera fuera, tumbada en el suelo del pasillo con su madre. Nada pesa dos kilogramos, menos de la mitad de lo que debería pesar.
Las mujeres están sufriendo abortos espontáneos durante el agotador viaje del norte al sur. Los médicos temen que los virus invernales hayan llegado antes de tiempo. Los informes indican que mil bebés han muerto en los últimos dos años, y no tenemos ni idea de cuántos más han fallecido debido a enfermedades prevenibles.
Mientras tanto, los trabajadores de primera línea están haciendo lo imposible. UNICEF y nuestros aliados siguen suministrando alimentos terapéuticos listos para el consumo (RUTF, por sus siglas en inglés) a los bebés desnutridos de Ciudad de Gaza, al tiempo que reparan las tuberías de agua en toda la Franja, entregan ayuda en efectivo, prestan apoyo para superar traumas, proporcionan equipos de salvamento para bebés en hospitales, ofrecen sesiones de salud mental y recogen residuos. Pero hasta que no se eliminen todas las restricciones a la entrada y entrega de ayuda humanitaria, la prestación de ayuda vital seguirá siendo lamentablemente insuficiente.
Los medios de comunicación presentes en esta sala de prensa han tenido la generosidad de escuchar las declaraciones de UNICEF en decenas de ocasiones desde que fuimos testigos por primera vez de la matanza en Gaza. Durante ese tiempo, hemos informado sobre una guerra contra la infancia, una hambruna y un brote de polio. Siempre y únicamente con datos y testimonios. Y, sin embargo, de alguna manera, la situación actual es peor que en cualquiera de esos momentos. Todos tenemos cierta responsabilidad en ello, pero solo hay una víctima. Ayer, hoy y, si no se toman medidas significativas, mañana. Los niños y niñas palestinos”.
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James Elder es portavoz de UNICEF. Este texto corresponde a su intervención en el Palacio de Naciones Unidas de Ginebra el viernes 3 de octubre.