
Reflexión dominical. Comer el cuerpo de Cristo para llenarse de su Espíritu
Por JOSÉ CERVANTES
Domingo, 18 ago. 2024
La grandeza de la primera misa de un sacerdote
Consagrar el pan eucarístico y darlo a comer en la comunión como lo que es, el Cuerpo de Cristo en persona, es la gran alegría de todo sacerdote, pues permite a quien lo recibe llenarse del Espíritu Santo para vivir una vida renovada siempre en el amor, en la permanente acción de gracias a Dios y el servicio atento a los demás hermanos. En la foto estamos concelebrando, con un gozo inmenso, la primera misa del P. Fabricio Abuawad, el último que ha sido ordenado sacerdote en la Arquidiócesis de Santa Cruz. Sin duda, no hay nada mejor que podamos hacer y servir en la vida que dar a Cristo en su propia carne. Felicidades a todos los sacerdotes.
El reparto de pan como donación de Dios y de Jesús
El pan partido y compartido por Jesús y los discípulos con la multitud constituye una de las grandes señales que el evangelio de Juan presenta como anuncio y realización anticipada de la hora de la gloria de Dios en nuestro mundo. Hace varios domingos leíamos este relato admirable y milagroso. Su fuerza espiritual y transformadora trasciende las fronteras del mundo religioso cristiano y se convierte en un relato portentoso de una actualidad palpitante.
La sabiduría magistral de Dios se manifiesta como pan compartido
Ante los escalofriantes datos de la pobreza en nuestro planeta a causa de la injusticia y de la desigualdad en el reparto de los bienes de la tierra, esa “señal” es la lección magistral de la sabiduría divina, accesible a la inteligencia humana, capaz de revelar, en los gestos antológicos de Jesús, con el pan disponible, la gran verdad que da vida al mundo y que convierte aquel reparto de pan en la señal por excelencia de la manifestación de la gloria de Dios en el hombre.
El pan de vida, señal de la entrega de Jesús
El discurso del pan de vida que prosigue en el evangelio de Juan ayuda a comprender la fuerza de aquella señal (Jn 6,23-59). El pan es la señal de la hora de la entrega de la vida de Jesús. Él mismo será el verdadero pan partido en la cruz, cuyo sacrificio como víctima de la injusticia humana en la entrega de su vida por amor, da al mundo la vida definitiva y eterna. En Juan no hay narración histórica de la institución de la Eucaristía en la última cena, pero sí está presente toda la fuerza de la Eucaristía en el reparto del pan y su explicación subsiguiente en el discurso del pan de vida.
El alimento que dará el Hijo del Hombre
En Jn 6,27 el sujeto del verbo en futuro (“dará”) es el Hijo del Hombre, que dará un alimento que dura hasta la vida eterna. Ése es el don de Jesús. Él exhorta a trabajar por ese alimento, que se contrapone a todo alimento perecedero. En realidad, la gente no ha captado el sentido del reparto del pan. Acuden a Jesús porque han comido pan hasta saciarse, pero no han percibido el valor de la señal. El Hijo del Hombre es el que dará el alimento que tiene dos características: que es duradero y para tener vida eterna
El don gratuito del Padre Dios
El primer aspecto contenido en los gestos eucarísticos de “tomar el pan y dar gracias”, es el de ser un don gratuito del Padre. En el discurso del pan de vida Jesús dice también: “mi Padre os da el pan del cielo; el verdadero, el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo” (Jn 6,32-33). Jesús sabe muy bien que el don que él hace viene del Padre. Él da gracias al Padre porque es el Padre quien le da la capacidad de transmitirlo. El don es él mismo que se dará comer.
Un don para la vida del mundo
El segundo aspecto eucarístico del discurso del pan de vida es la finalidad del don para la vida del mundo. El texto de este domingo indica que “el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo” (Jn 6,51). La Eucaristía es un don para la vida del mundo. Al decir en la Eucaristía: “Haced esto en memoria mía” (Lc 22,19), Jesús no sólo piensa en los allí presentes, sino en toda la multitud. La acción de gracias de la institución eucarística es el origen de un nuevo reparto de pan entre los muchos que forman la multitud que incluye a todos los seres humanos.
El don es Jesús en persona, verdadero pan
Jesús se da como pan de vida eterna y esa donación y entrega de la vida se convierte en una partición más admirable e importante que la que tuvo lugar en el lugar desértico. El fin último del reparto del pan no era sólo saciar el hambre de miles de personas, sino más bien prefigurar como señal el reparto mesiánico del pan eucarístico hasta constatar la sobreabundancia de los trozos partidos para que todos tengan una vida abundante. Las tradiciones evangélicas ponen de relieve este vínculo entre el milagro y la Eucaristía por el uso de las mismas palabras en la descripción de los gestos de ambos relatos: Jesús toma el pan, pronuncia la bendición o da gracias, lo parte y lo da a repartir entre la muchedumbre.
El pan que yo daré es mi carne
Las dos últimas recurrencias del verbo “dar” en el discurso del Pan de vida se encuentran en Jn 6,51-52 y están orientadas a destacar el carácter eucarístico del Pan de vida, pues la donación del pan será realizada por el mismo Jesús, el cual identifica el pan con su carne entregada por la vida del mundo e indica que la donación será en el futuro: “el pan que yo daré” (v.51). El tema eucarístico, que ocupaba un lugar secundario anteriormente, pasa ahora a primer plano y se convierte aquí en tema exclusivo (Jn 6,51-58), como reflejan los paralelismos de “comer” y “beber”, “carne” y “sangre”, pero no en detrimento del valor cristológico esencial del mismo, el cual llega a su manifestación máxima desde la perspectiva de la donación efectuada por Jesús y llevada a cabo con su muerte en la cruz.
Jesús se da en la Cruz y en la Eucaristía por la vida del mundo
La forma en futuro del verbo “daré” puede aludir tanto a la institución de la Eucaristía, aunque ésta no aparezca en Juan, como al acontecimiento de su muerte en la cruz. Es posible que se trate de esto último, es decir, de una referencia a la donación de su carne-cuerpo hasta la muerte. A partir de la resonancia bíblica de la preposición “por”, se trata de una alusión a su muerte y su resurrección y al carácter salvífico y redentor de la misma. Esta donación de la vida de Jesús por la vida del mundo se ha realizado en la muerte de Jesús y está preanunciada y expresada sacramentalmente en el pan de la Eucaristía, como entrega de su cuerpo, tal como hace explícita la narración antioquena de la institución de la Eucaristía transmitida por Lucas (Lc 22,19) y Pablo (cfr. 1Cor 11,24).
La Alianza es la permanencia en la comunión con Cristo
El tercer aspecto es la Alianza, que está formulada en términos de comida y permanencia y comunión con Cristo y el Padre. La Eucaristía, sacramento de la Nueva Alianza, antes de ser un don generoso de Cristo, es un don maravilloso del Padre celeste, que regala su amor generador de Vida eterna. En el discurso del pan de vida Jesús dice: Quién come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Esta amistad de Jesús hacia nosotros es la alianza más profunda en la comunión íntima con él.
Comer la verdadera comida y beber la verdadera bebida para vivir en el Espíritu
Para tener la Vida de Dios en nosotros, la vida que trasciende esta vida histórica y nos remite a la Resurrección en el futuro, y a la vida como resucitados en el presente, es preciso comer este pan, que es la carne, y beber este vino, que es la sangre de Cristo, como verdadera comida y verdadera bebida. Así, nos podemos llenar del Espíritu Santo y saber cuál es la voluntad del Señor, desterrando de nosotros toda mala conducta, cualquier tipo de irresponsabilidad y necedad, y, no en último lugar, todo abuso de vino, de alcohol, de drogas y de vicios que se le parezcan, para vivir, siempre y por cualquier motivo en acción de gracias del Padre (cf. Ef 5,15-20).
José Cervantes Gabarrón es sacerdote misionero murciano y profesor de Sagrada Escritura