Reflexión dominical. Misioneros de Jesús con su autoridad profética
Por JOSÉ CERVANTES
Domingo, 14 jul. 2024
Panorama desolador del mundo
Cualquier mirada hacia las políticas imperantes en el mundo, hoy, nos asoma a un paisaje verdaderamente desolador. La España invertebrada, la Bolivia irredenta, una Francia quebrantada, una Italia indomable, una Rusia desalmada, los Estados Unidos desfondados, Israel, Irak… A estas alturas de la historia, da casi igual el color de los que gobiernan. Parece como si la autoridad estuviera de vacaciones y nos hubiera dejado como suplente al poder ensimismado y mirándose al espejo. Según el estudio sobre la paz global del Institute for Economics and Peace (IEP), a día de hoy, 56 guerras siguen activas en el mundo (Ucrania, Gaza, Sudán, Etiopía, Afganistán, Myanmar, Siria, República Democrática del Congo, Colombia…), la mayor cantidad conflictos desde la II Guerra Mundial, y en ellos hay 92 países implicados.
Necesidad de líderes y profetas
Entre las secuelas nefastas que la pandemia nos dejó podemos señalar, además de la muerte de millones de personas, la transformación de las relaciones personales y la adaptación a la misma, con fenómenos como la despersonalización masiva que traía consigo el uso de la mascarilla, la falta de contacto físico entre personas y la incomunicación interpersonal. Pero si fijamos bien la atención hay dos hechos bastante evidentes, cuyas causas no desearíamos que respondan a finalidades, a saber, el control masivo de la población del mundo y el crecimiento de la acumulación de un poder cada vez más absoluto y totalitario en los gobiernos de las naciones. Todo parece tener un halo de misterio que no podemos ni sabemos afrontar. Son como espíritus malignos que nos atrapan. La verdad es que, tal vez hoy más que nunca, tenemos necesidad de líderes y profetas que desenmascaren la realidad y orienten a la gente por los caminos de la justicia y de la paz.
Misioneros y profetas
Ante los malos espíritus que gobiernan, de hecho, nuestro mundo, la palabra de este domingo nos presenta el envío misionero de los Doce discípulos de Jesús (Mc 6, 7-13) y la llamada a la vida profética de Amós en el Antiguo Testamento. Ser misioneros y ser profetas son dimensiones de la vida cristiana que podemos avivar este domingo, para enfrentarnos precisamente a cualquier tipo de mal. El texto evangélico pone de manifiesto la iniciativa del Señor en la llamada a los discípulos. Jesús los constituye en misioneros de manera permanente, no solamente para el momento que nos narra el evangelio. Y fueron enviados de dos en dos. El envío por parejas es específico de Marcos y con ello se expresa la necesidad de que haya dos testigos (Dt 19,15, 17,6). Ninguno de los dos testigos habla en nombre propio y no tiene nada propio que comunicar. Los discípulos van en misión y salen de dos en dos para poder ayudarse mutuamente y manifestar la fraternidad entre ellos.
La autoridad para enfrentarse a los espíritus malignos
De parte de Jesús reciben una autoridad también permanente para cumplir la misma misión que el maestro ya había mostrado. Es la autoridad para enfrentarse a los espíritus inmundos. Y deben ir por el mundo como personas libres y austeras. J.P. Meier recuerda estas dos notas esenciales del seguimiento radical de Jesús y, en su obra Un judío marginal, comenta el texto de Mc 6,7: “Y llamó a los Doce y empezó a enviarlos de dos en dos y les daba autoridad sobre los espíritus inmundos” y dice: De hecho, relacionando tan estrechamente a los Doce con su persona y misión, Jesús convirtió el grupo en el modelo de lo que significa ser discípulo. Las tres condiciones del discipulado (recibir una llamada perentoria de Jesús; seguir a Jesús físicamente, renunciando a unos vínculos normales con la propia familia, y exponerse al sufrimiento) estaban especialmente representadas por este círculo íntimo de discípulos a los que Jesús había escogido “para que estuvieran con él” (por emplear la expresión con la que Marcos resume su función) mientras realizaba sus recorridos de predicación por Palestina.
El círculo de los Doce
Quizá otros discípulos fueran menos constantes en el acompañamiento de Jesús, pero los discípulos a los que Jesús había escogido originalmente para el círculo de los Doce perseveraron en ese relevante grupo de seguidores a lo largo de los éxitos y fracasos del ministerio; es más, con la excepción hecha de Judas, tras el desastre del Calvario llegaron a conocer como grupo los primeros días de la Iglesia. Esta asociación estable a largo plazo con Jesús permite suponer que los Doce, más que la mayor parte de los otros seguidores, habrían sido los regulares oyentes y testigos oculares del ministerio de enseñanza y curación. Simplemente por su estabilidad y perseverancia y a pesar de sus fallos, encarnaban de manera pública y como una lección permanente lo que Jesús entendía por discipulado. Les hubiera asignado o no Jesús explícitamente esta función, la desempeñaron de hecho, lo cual probablemente contribuyó no en pequeña manera a su influencia en los primeros días de la Iglesia.
Autoridad y convicción en su mensaje
En los primeros relatos de vocación los discípulos lo dejaron todo y siguieron a Jesús, abandonaron trabajo y familia para irse con Jesús. Para la misión también deben ir libres de todo. Sólo tienen una cosa: la autoridad moral y la fuerza de convicción de su palabra. El mensaje que hay que comunicar consiste en proclamar la cercanía del Reino de Dios en la persona de Jesús y desde ahí predicar la conversión. Esta cercanía inminente del Reino se manifiesta en la realización de las mismas obras de Jesús: la expulsión de demonios y la curación de los enfermos mediante la unción.
Amós, un profeta firme
Por otra parte, en el Antiguo Testamento, el testimonio del profeta Amós de la primera lectura de este domingo (Am 7,12-15) se remonta al siglo VIII a. de C. Su mensaje puede parecernos muy lejano si nos fijamos en el tiempo en el que escribió, pero, dadas las circunstancias de su entorno social y religioso y su posible parangón con los problemas que vivimos en nuestro mundo, podríamos pensar que se trata de uno de los profetas con los pies bien firmes sobre nuestra tierra.
El primer profeta con mensaje escrito
Amós es el primer profeta bíblico que nos transmitió su mensaje por escrito. No sabemos en qué año nació ni cuándo murió. Nació en Tecoa, una ciudad pequeña a 17 Km al sur de Jerusalén. Era pastor y agricultor de profesión. Pero Dios lo llamó a desempeñar su misión profética en el Reino del Norte de Israel. Allí reinaba Jeroboam II (782-753) que fue un gran militar, que ensanchó la frontera norte de Israel, derrotó a Damasco y se anexionó territorios en Transjordania. La economía progresó mucho durante su reinado gracias al comercio de las caravanas, al desarrollo de la industria textil y a la explotación de minas de cobre. Fue una época de esplendor macroeconómico desconocida desde los tiempos de Salomón. Al mismo tiempo existían grandes problemas sociales, sobre todo, la terrible opresión de los pobres, víctimas de los terratenientes, de los potentados y de la corrupción en los tribunales de justicia. Era un tiempo de grandes injusticias y de un contraste brutal entre ricos y pobres.
El empobrecimiento progresivo de los más pobres
Un pequeño agricultor estaba a merced de los prestamistas que los exponían a la hipoteca, al embargo y a la esclavitud. Este sistema empeoraba por la ambición de los ricos y comerciantes, que aprovechaban las fianzas dadas por los pobres para aumentar sus riquezas. Se falsificaban los pesos y medidas, se recurría a trampas legales y se sobornaba a los jueces. Mientras tanto la situación de los empobrecidos era cada vez más dura. Y el profeta no se dejaba sobornar.
La denuncia profética de Amós
El profeta Amós denunció esta trágica situación. La novedad de su mensaje consistió en el rechazo del reformismo para dar paso a la ruptura total con las estructuras vigentes: Todo el sistema está podrido, el muro de Israel está abombado y no puede mantenerse en pie; “es un cesto de higos maduros, maduros para el fin” (Am 8,1-3). La denuncia de los pecados concretos del lujo, la injusticia, el culto falso, y la falsa seguridad religiosa constituye el centro de su intervención profética. Pero fue su crítica mordaz a las instituciones la que le valió la oposición del sacerdote Amasías y del rey (Am 7,10-17).
Los profetas ponen el dedo en la llaga
Amós, con la libertad radical de los profetas, ponía el dedo en la llaga al desvelar que la raíz del mal social estaba sobre todo en las instituciones: Los poderes político y judicial, vinculados a la religión, eran los responsables principales de la injusticia por fomentar una idea errónea de Dios y tranquilizar la conciencia de los gobernantes y opresores. La firmeza de Amós frente a las instituciones políticas y religiosas es un ejemplo de actuación profética en nuestros días. Ojalá nos convirtamos nosotros en mejores discípulos de Jesús y en profetas insobornables.
José Cervantes Gabarrón es sacerdote misionero murciano y profesor de Sagrada Escritura