OPINIONPRIMERA PLANA

Rafah es una ciudad de niños y niñas

Por JAMES ELDER, portavoz de UNICEF
Miércoles, 8 may. 2024

Cada advertencia. Cada historia de niños y niñas muertas y heridas. Cada imagen de angustia y derramamiento de sangre. Cada dato sobrecogedor sobre el número de niños y madres asesinados; de hogares y hospitales destruidos. Todo ignorado.
Nuestro peor temor –la pesadilla de los gazatíes– parece ser una realidad. Una realidad que quienes tienen el poder tienen la capacidad de impedir.
Por eso UNICEF y todas las agencias humanitarias han pedido un alto el fuego y que no se lleve a cabo una ofensiva en Rafah.
Rafah es una ciudad de niños y niñas. Más de la mitad de la infancia de Gaza vive en Rafah.
Si definimos la seguridad –como dice el Derecho Internacional Humanitario– como la ausencia de bombardeos, así como el acceso a agua potable, alimentos suficientes, refugio y medicinas, entonces no hay ningún lugar seguro en la Franja de Gaza al que ir.
En Rafah hay aproximadamente un retrete por cada 850 personas. La situación es cuatro veces peor para las duchas. Es decir, aproximadamente una ducha por cada 3.500 personas. En las zonas a las que se ha dicho a las familias que se trasladen, la situación es, asombrosamente, mucho peor.
Rafah alberga el mayor hospital que queda en Gaza, el Hospital Europeo, llamado así en honor a la Unión Europea, que pagó su construcción. En medio de la devastación sistemática del sistema sanitario de Gaza, el Hospital Europeo de Rafah es uno de los últimos salvavidas de la población civil.
El sur de la Franja de Gaza es también el punto de entrada de la mayor parte de la ayuda que entra en Gaza. Un asalto militar, en el mejor de los casos, complicará enormemente la entrega de la ayuda. Si la puerta de Rafah se cierra durante un período prolongado, será difícil evitar la hambruna en Gaza.
La capacidad de supervivencia de las familias ha quedado destrozada. Están pendiendo –física y psicológicamente– de un hilo. No recuerdo haber conocido a nadie en Rafah que no hubiera perdido a un ser querido o su casa; la mayoría de las veces, ambas cosas. La gente está agotada. Están desnutridos. Los niños y las niñas están enfermos.
De hecho, cientos de miles de niños y niñas de Rafah padecen alguna discapacidad, enfermedad o vulnerabilidad que los pone en mayor peligro y hace que les resulte mucho más difícil reubicarse, incluso si quedara algún lugar al que ir.
En Rafah vi a niños y niñas amputados que vivían en tiendas de campaña porque los hospitales estaban llenos. A esos niños y niñas –y a muchos, muchos más– se les dice ahora que vayan a zonas como Al Mawasi. La llamada «zona segura» de Al Mawasi, donde UNICEF informó sobre un niño pequeño, Mustafa, que fue a buscar perejil para la cena familiar. A Mustafá le dispararon en la cabeza y lo mataron en la «zona segura» de Al Mawasi. La zona a la que ahora se supone que deben huir los niños y las familias de Rafah.
Los acontecimientos del pasado fin de semana en Gaza –la continua matanza de niños y niñas, más ataques de las partes beligerantes y ahora órdenes de evacuación– ponen de manifiesto una vez más cómo las partes en este conflicto siguen despreciando por completo la vida y la protección de los niños y los civiles.
Eso tiene que cambiar. De hecho, ésta es la última oportunidad para que cambie.
La ayuda debe fluir. Los rehenes deben ser liberados. Rafah no debe ser invadida. Y los niños y niñas no deben seguir siendo asesinados.
Hemos suplicado e implorado innumerables veces; lo hacemos una vez más. Por los niños y las niñas de Rafah. Necesitamos un alto el fuego, ahora.

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