OPINIONPRIMERA PLANA

Reflexión dominical. ‘Misericordear’, por encima de la ley

Por JOSÉ CERVANTES
Domingo, 14 feb. 2021

El verbo “misericordear”

Cada año se van introduciendo nuevos términos en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, unos procedentes de España y otros procedentes de América. Me gustaría proponer un nuevo término, un verbo, “misericordear”,  cuyo uso y puesta en práctica puede contribuir sobremanera a la transformación de nuestra mentalidad egoísta y del lastre inhumano de nuestro mundo, polarizado en dos sistemas caducos que no redimen a los pobres ni a la multitud inmensa de marginados sociales. La palabra “misericordear” ha sido admirablemente rescatada de la semántica y del rico vocabulario del Nuevo Testamento por el Papa Francisco para mostrar activamente la misericordia de Dios ante el hombre y la invitación a vivir esta relación entre los seres humanos.

Jesús misericordea con el leproso

Este verbo aparece en el Evangelio de este domingo. El relato de la curación del leproso por parte de Jesús es un signo revelador de la cercanía del Reino de Dios que él ha anunciado e inaugurado (Mc 1, 39-45). La enfermedad maldita de la lepra era motivo de exclusión de la comunidad israelita por razones de impureza y de prevención de su transmisión. Así aparece legislada la relación y la actuación con los enfermos de lepra en el libro bíblico del Levítico (Lv 13) y así fue desarrollada posteriormente en las  legislaciones rabínicas de la Misná. El leproso era, de hecho, como un muerto en vida. En ese contexto social y religioso de exclusión de los enfermos de lepra por razones de seguridad y de prevención, interviene Jesús de manera  provocadora: «Misericordeando».

La misericordia es el amor que actúa

Un leproso no podía acercarse a nadie y todo lo que tocaba quedaba impuro. Por eso tenía que vivir fuera de los poblados y advertir de su presencia por dondequiera que pasaba. En cambio para Jesús el leproso es, sobre todo, un marginado y excluido de la comunidad que necesita ayuda. El amor de Jesús hacia el leproso le conmociona profundamente, le remueve sus entrañas de misericordia. Entonces extiende su mano, lo toca y le devuelve la salud. Sin embargo más importante incluso que la recuperación de la salud fue la recuperación de la dignidad como persona liberada de la marginación a la que estaba sometido por la legislación vigente. La misericordia es el amor que actúa.

La atención al que sufre trasciende toda ley

El que había sido leproso quedó limpio y  reincorporado a la sociedad. Jesús desobedeció la ley y quebrantó todas las medidas preventivas. La reacción de Jesús merece gran atención. En vez de temer al contagio y a contaminarse con la  impureza del leproso, él sintió una gran convulsión interior al ver el sufrimiento cruel del enfermo marginado. En lugar de velar por su propia seguridad y de protegerse ante la presencia de una supuesta amenaza a la salud pública y al control social de la misma, Jesús se mueve en otro sentido y tiende su mano al  excluido. Había visto en el leproso al ser humano sufriente, indigente y necesitado de ayuda, maltratado y oprimido por la ley. La intervención de Jesús por encima de la ley es sorprendente y digna de admiración en toda su extensión.

Misericordear es cuidar la vida del necesitado

Tan admirable como el efecto de la curación es la acción sorprendente y extraordinaria de tocar al leproso. El prodigio de Jesús ha consistido en romper con una ley de exclusión y marginación del ser humano y saltarse las medidas preventivas de seguridad para poner al necesitado en el centro de mira de su amor. Tal actuación de Jesús es una señal inequívoca de la cercanía del Reino de Dios a este mundo. Por aquí va el cambio de mentalidad que el evangelio reclama. 

Hacia una nueva mentalidad de misericordia

Esa nueva mentalidad es la que deriva de la misericordia entrañable y compasiva de Jesús, que como tantas veces en los evangelios, va desvelando el amor de Dios en él y su concentración en los últimos de la sociedad, en los  marginados y en los pobres. El Evangelio expresa ese amor con un término específico como primera reacción de Jesús ante un  marginado: Es la que podemos traducir como “misericordear”.

La misericordia expresa el amor más genuino

En algunas traducciones se pueden perder algunos  matices, pues no sólo se trata sólo de la emoción pasajera de conmoverse, ni de un mero sentimiento de lástima o pena, ni sólo de una actitud interior de compasión hacia otro, sino de todo un movimiento espiritual personal, interior y físico que impulsa desde el amor más profundo y, desde la indignación por el mal que aniquila a la persona, a la acción curativa de la enfermedad y liberadora de la  marginación. La misericordia expresa el amor más genuino que se despliega en las obras necesarias para restablecer a la persona en todas sus dimensiones.

La belleza del verbo “misericordear”

Yo traducía habitualmente hasta ahora el verbo griego correspondiente como “conmocionarse”. Sin embargo desde la novedad introducida por el papa Francisco creo que es mucho mejor usar el término misericordear. Splanjnizomai es un verbo griego que implica un movimiento intenso, corporal, íntimo, desde las entrañas, como cuando decimos «me da un vuelco el corazón». Este verbo se puede traducir ya, siguiendo al papa Francisco en su sabiduría y en su testimonio, como «misericordear». Es un amor apasionado, profundamente espiritual, que conmociona las vísceras, afecta a toda la persona y la pone en movimiento hacia la persona amada. Es un amor que atiende con la fuerza del espíritu la miseria humana presente en el prójimo y se verifica en múltiples acciones que nacen del corazón. Ese tipo de amor rompe todas las barreras con tal de atender a la persona sumida en la miseria. Tocar al leproso es romper con la barrera de lo puro y lo impuro. Ese amor es el protagonista en el corazón de Jesús, que muestra la misericordia entrañable y liberadora de Dios, curando y restableciendo a la vida y a la sociedad al  leproso marginado. 

Ahora toca “misericordear” evitando el contacto físico

Ante la situación de pandemia mundial paradójicamente la actuación misericordiosa que hoy se requiere en la búsqueda del bien del otro ante la amenaza del contagio del coronavirus es evitar todo contacto físico en la medida que podamos. Hagámoslo misericordeando con todos los que nos rodean. Y llevemos la mascarilla protectora o barbijo como atuendo de la misericordia en el momento actual. Y hagamos también nosotros lo mismo que hizo Jesús ante cualquier tipo de marginación de nuestros hermanos y seamos capaces de romper todo tipo de  barreras, también las de las ideas, para poder afrontar la situación crítica de un mundo en el que los marginados, sumidos en las miserias de la desigualdad y de la  injusticia, del hambre y de tantas otras barbaries, constituyen la inmensa mayoría de los seres humanos. Seamos capaces de misericordear no sólo incluyendo a los excluidos sino reconciliándonos con ellos y entonces podremos crear una nueva cultura en la civilización del amor.

José Cervantes Gabarrón, sacerdote misionero murciano y profesor de Sagrada Escritura

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