OPINIONPRIMERA PLANA

Reflexión dominical. Elegidos antes de la creación del mundo

Por JOSÉ CERVANTES
Domingo, 3 ene. 2021

El misterio de un niño

Una de las escenas entrañables de los padres de un niño pequeño, nacido en el amor de una familia, es tener al niño en brazos durante largo tiempo. Y es frecuente también otra experiencia, inefable y espléndida, en el padre o la madre que tiene a su hijo en brazos. Parece como si esa criatura, que sólo tiene algún mes, estuviera ahí desde siempre. Y es que el amor que esa vida irradia hace ya impensable un futuro sin su presencia. Y además lo que se presiente del futuro se representa del pasado. Si el espacio que llena ese niño en nuestra vida, según avanzan los días, se hace insustituible, de manera análoga se hace impensable un pasado sin él. En realidad ese niño no sólo ha visto la luz, sino que llena de sentido la vida de un adulto, no sólo el futuro con lo que hay por delante, sino el pasado que ha hecho posible que ese niño esté ahora ahí.

Un niño, plenitud de vida y de sentido

Algo parecido les pasó al viejo Simeón y a la ancianita Ana cuando se encontraron con Jesús y con sus padres en el templo de Jerusalén, tal como nos cuenta San Lucas en su Evangelio. Sus vidas, su pasado y su futuro, se llenaron de sentido y de plenitud. Y algo parecido pudo pasar a los autores del cuarto Evangelio y de la carta a los Efesios respectivamente cuando contemplaban hacia finales del siglo primero el sentido del nacimiento de Jesús en la primera Navidad.

La Palabra hecha carne

Mirando el misterio del Niño Jesús y contemplando su nacimiento, sus vidas se llenaron de sentido, y encontraron no sólo la dirección de la vida humana, sino también su origen. El evangelista Juan se encontraba entonces con la Palabra divina hecha carne en Jesús, o lo que es lo mismo, Dios hecho Palabra, que nos revelaba su vida originaria y su fuerza creadora. Y el autor de Efesios remonta el origen de toda existencia humana al amor de la elección divina, anterior a la creación del mundo, el amor que llama a la vida a todo ser humano. Por ello podemos decir que, en la Navidad de Jesús, el Señor, todos nacemos a una vida nueva y descubrimos el verdadero sentido de la vida y la plenitud de nuestra personalidad en Jesucristo, la luz que nos conduce irreversiblemente hacia Dios.

Himnos primitivos de la comunidad

Este gran misterio queda reflejado también en las lecturas de este domingo, que son como himnos de la comunidad cristiana primitiva, que cantan la grandeza de la sabiduría de Dios (Eclo 24,1-4.12-16), personificada en la Palabra hecha carne (Jn 1,1-18) y dada a conocer al hombre como derroche de gracia en Cristo, el amado, que desde el Evangelio nos impulsa a la glorificación de Dios Padre (Ef 1,3-6.15-18). Sabemos que los textos del Evangelio relativos al nacimiento de Jesús no son sólo la crónica de los hechos acaecidos en Belén durante el nacimiento del Señor, sino más bien los relatos del origen del Mesías, Jesús, el Hijo de Dios y el Salvador del mundo. En este misterio de la génesis del Hijo de Dios se cumplen las Sagradas Escrituras del  Antiguo Testamento y los anhelos humanos de una vida en plenitud que trascienda los límites de la historia de los mortales.

El prólogo de san Juan

En el Prólogo de su Evangelio (Jn 1,1-18) Juan nos describe, en forma poética y excelsa, el misterio de la Palabra hecha carne. De este modo interpreta el significado profundo del nacimiento de Jesús con un lenguaje y unas categorías sapienciales: Jesús es la Palabra de Dios, la palabra eterna, creadora y vivificadora. La palabra es la luz verdadera que alumbra a todo hombre. Pero el prólogo de Juan refleja también, por una parte, el drama de quienes no lo reciben y, por otra, la capacidad para vivir como hijos de Dios de parte de quienes lo acogen mediante la fe. Aceptar a Jesús como Palabra definitiva de Dios y como Hijo de Dios, reconocer la divinidad en su humanidad es contemplar la gloria del Padre en el Hijo único, lleno de gracia y de verdad. Y de su plenitud recibimos los creyentes todo en la vida como una gracia. Por ello, con María y como María, en Navidad podemos experimentar todos los creyentes la gran alegría de sentirnos agraciados por estar unidos estrechamente unidos a Jesús, Hijo de Dios, Señor y Hermano nuestro.

La elección en la carta a los Efesios

Especialmente el autor de la carta a los Efesios revela las consecuencias que tiene para nosotros la Navidad redentora de Cristo, pues nos permite entender toda nuestra vida a la luz del misterio de Cristo y nos transmite en lenguaje solemne y exultante que el principal motivo de nuestro agradecimiento a Dios Padre es Cristo, pues en él, con él y por medio de él hemos sido elegidos antes de la creación del mundo, hemos sido destinados a ser hijos de Dios y hemos conocido por medio del evangelio de la salvación la sobreabundante gracia derramada con colmo sobre el ser humano.

La gracia de Cristo en nuestra vida

Igual que la Virgen María ha sido colmada de gracia por Dios, también a nosotros Dios nos agració en Cristo, de modo que si acogemos el misterio contenido en el Evangelio, también nosotros viviremos la plenitud de la gracia y de la alegría. En el cuarto domingo de Adviento decíamos que en la carta a los Efesios se hace extensivo a los creyentes el derroche de gracia que tuvo lugar en la Virgen María, a la que llamamos “colmada de gracia”. Efectivamente el mismo verbo “agraciar”, del saludo del ángel a María (Lc 1,28), se utiliza también para nosotros (Ef 1,6), de modo que, sintiéndonos elegidos antes de la creación del mundo y destinados a vivir como hijos del Padre, participemos de la inmensa alegría de haber sido colmados de gracia por el Hijo y en el Hijo. La gracia en la Virgen María es proclamada por Lucas como un don de Dios y como una respuesta creyente de María, mientras que en nosotros, el don de la gracia nos ha sido dado en Cristo, pero la respuesta de la fe depende de nosotros y por eso cada uno de nosotros tiene que seguir escribiéndola en la vida. Este año nuevo es una nueva oportunidad para ello.

Elegidos y destinados a ser alabanza de su gloria

La carta a los Efesios revela así el alcance espléndido del misterio de Cristo. Es muy importante que Cristo haya obtenido el perdón de los hombres y la reconciliación mediante su muerte en la cruz, pero también es trascendental que Dios nos haya revelado el sentido y valor de esa muerte y, de ese modo, nos haya permitido acceder a la gracia de su amor. Esto es lo que los creyentes celebramos también en Navidad, pues al nacer el Hijo de Dios todos nacemos como hijos de Dios y empezamos a vivir en auténtica fraternidad con los demás hermanos. Y esa nueva identidad que nos vincula a Dios se proyecta tanto a nuestro origen, “elegidos antes de la creación del mundo”, como a nuestro futuro, destinados a ser “alabanza de su gloria”. Con Cristo, Palabra de Dios hecha carne, todos nacemos a su misma vida y somos como niños en los brazos del Padre y de la Madre. ¡Feliz año 2021!

José Cervantes Gabarrón, sacerdote misionero murciano y profesor de Sagrada Escritura

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